Fisterra

    Artritis gotosa e hiperuricemia

    ¿De qué hablamos?


    La gota es un síndrome que habitualmente se manifiesta por una inflamación articular causada por depósito de cristales de urato monosódico. La prevalencia de la gota en España se sitúa con una tasa cercana al 1% de la población adulta (GBD, 2016). Es la artritis inflamatoria más común. Afecta del 0,9% al 2,5% de la población en países occidentales (Tristan P, 2018). Es más frecuente en personas de más edad y en varones (5:1). Esta diferencia entre sexos disminuye con la edad (Lawrence RC, 2008). Puede asociarse a diabetes mellitus (DM), dislipemia, hipertensión arterial (HTA), obesidad, insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal y trasplante de órganos (Janssens HJ, 2003). Su incidencia está aumentando, lo que podría relacionarse con la longevidad, los hábitos alimenticios y el mayor uso de diuréticos (Tristan P, 2018).

    Generalmente ocurre en personas con hiperuricemia, aunque entre el 11% y el 49% de los pacientes que presentan un ataque agudo de gota tiene cifras normales de ácido úrico (Schlesinger N, 1997; Leiszler M, 2011).

    La mayoría de los pacientes con gota tienen una reducción de la excreción de ácido úrico de origen genético. La hiperuricemia consecuente puede verse agravada por (Underwood M, 2006; Lipkowitz MS, 2012; Tristan P, 2018):

    • Ingesta excesiva de purinas (sobre todo carne roja y marisco).
    • Consumo excesivo de alcohol, particularmente cerveza y licores.
    • Enfermedades linfomieloproliferativas, quimioterapia en leucemias y linfomas, mieloma múltiple, policitemia, anemias hemolíticas, glucogenosis tipo III, V y VII.
    • Insuficiencia renal crónica.
    • Psoriasis extensa.
    • Fármacos: tiazidas, etambutol, salicilatos a dosis bajas (<1 g diario), pirazinamida, ciclosporina, ácido nicotínico, levodopa.
    • Cirugía, traumatismos, deshidratación.
    • Inicio de la terapia hipouricemiante.
    • Resistencia a la insulina: obesidad, hipertrigliceridemia.
    • En raras ocasiones: acidosis láctica, cetoacidosis, síndrome de Down, intoxicación por plomo, hiperparatiroidismo, sarcoidosis.

    Artritis aguda por gota
    Enrojecimiento, hinchazón y dolor en el codo izquierdo, una localización atípica de la gota.

    ¿Cómo diagnosticar hiperuricemia y gota?

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    ¿Cómo se trata?

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    Bibliografía

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    Autora

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Artritis gotosa e hiperuricemia

    Fecha de revisión: 27/08/2018
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    La gota es un síndrome que habitualmente se manifiesta por una inflamación articular causada por depósito de cristales de urato monosódico. La prevalencia de la gota en España se sitúa con una tasa cercana al 1% de la población adulta (GBD, 2016). Es la artritis inflamatoria más común. Afecta del 0,9% al 2,5% de la población en países occidentales (Tristan P, 2018). Es más frecuente en personas de más edad y en varones (5:1). Esta diferencia entre sexos disminuye con la edad (Lawrence RC, 2008). Puede asociarse a diabetes mellitus (DM), dislipemia, hipertensión arterial (HTA), obesidad, insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal y trasplante de órganos (Janssens HJ, 2003). Su incidencia está aumentando, lo que podría relacionarse con la longevidad, los hábitos alimenticios y el mayor uso de diuréticos (Tristan P, 2018).

    Generalmente ocurre en personas con hiperuricemia, aunque entre el 11% y el 49% de los pacientes que presentan un ataque agudo de gota tiene cifras normales de ácido úrico (Schlesinger N, 1997; Leiszler M, 2011).

    La mayoría de los pacientes con gota tienen una reducción de la excreción de ácido úrico de origen genético. La hiperuricemia consecuente puede verse agravada por (Underwood M, 2006; Lipkowitz MS, 2012; Tristan P, 2018):

    • Ingesta excesiva de purinas (sobre todo carne roja y marisco).
    • Consumo excesivo de alcohol, particularmente cerveza y licores.
    • Enfermedades linfomieloproliferativas, quimioterapia en leucemias y linfomas, mieloma múltiple, policitemia, anemias hemolíticas, glucogenosis tipo III, V y VII.
    • Insuficiencia renal crónica.
    • Psoriasis extensa.
    • Fármacos: tiazidas, etambutol, salicilatos a dosis bajas (<1 g diario), pirazinamida, ciclosporina, ácido nicotínico, levodopa.
    • Cirugía, traumatismos, deshidratación.
    • Inicio de la terapia hipouricemiante.
    • Resistencia a la insulina: obesidad, hipertrigliceridemia.
    • En raras ocasiones: acidosis láctica, cetoacidosis, síndrome de Down, intoxicación por plomo, hiperparatiroidismo, sarcoidosis.

    Artritis aguda por gota
    Enrojecimiento, hinchazón y dolor en el codo izquierdo, una localización atípica de la gota.

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    La gota es un síndrome que habitualmente se manifiesta por una inflamación articular causada por depósito de cristales de urato monosódico. La prevalencia de la gota en España se sitúa con una tasa cercana al 1% de la población adulta (GBD, 2016). Es la artritis inflamatoria más común. Afecta del 0,9% al 2,5% de la población en países occidentales (Tristan P, 2018). Es más frecuente en personas de más edad y en varones (5:1). Esta diferencia entre sexos disminuye con la edad (Lawrence RC, 2008). Puede asociarse a diabetes mellitus (DM), dislipemia, hipertensión arterial (HTA), obesidad, insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal y trasplante de órganos (Janssens HJ, 2003). Su incidencia está aumentando, lo que podría relacionarse con la longevidad, los hábitos alimenticios y el mayor uso de diuréticos (Tristan P, 2018).

    Generalmente ocurre en personas con hiperuricemia, aunque entre el 11% y el 49% de los pacientes que presentan un ataque agudo de gota tiene cifras normales de ácido úrico (Schlesinger N, 1997; Leiszler M, 2011).

    La mayoría de los pacientes con gota tienen una reducción de la excreción de ácido úrico de origen genético. La hiperuricemia consecuente puede verse agravada por (Underwood M, 2006; Lipkowitz MS, 2012; Tristan P, 2018):

    • Ingesta excesiva de purinas (sobre todo carne roja y marisco).
    • Consumo excesivo de alcohol, particularmente cerveza y licores.
    • Enfermedades linfomieloproliferativas, quimioterapia en leucemias y linfomas, mieloma múltiple, policitemia, anemias hemolíticas, glucogenosis tipo III, V y VII.
    • Insuficiencia renal crónica.
    • Psoriasis extensa.
    • Fármacos: tiazidas, etambutol, salicilatos a dosis bajas (<1 g diario), pirazinamida, ciclosporina, ácido nicotínico, levodopa.
    • Cirugía, traumatismos, deshidratación.
    • Inicio de la terapia hipouricemiante.
    • Resistencia a la insulina: obesidad, hipertrigliceridemia.
    • En raras ocasiones: acidosis láctica, cetoacidosis, síndrome de Down, intoxicación por plomo, hiperparatiroidismo, sarcoidosis.

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