Fisterra

    Lagrimeo o epífora

    ¿De qué hablamos?


    El lagrimeo excesivo del ojo o epífora es un motivo de consulta frecuente que puede deberse tanto a una producción excesiva de lágrimas como a una obstrucción de su flujo. Aunque los términos lagrimeo y epífora pueden utilizarse indistintamente, algunos autores utilizan el término lagrimeo para referirse a un aumento de la producción de lágrima por irritación de la superficie ocular, reservando el término epífora para definir la acumulación de lágrimas, producidas en cantidad normal, pero que se acumulan por dificultad en su drenaje (Kanski JJ, 2016; Swartzy MH, 2021).

    La secreción lagrimal se origina principalmente en la glándula lagrimal y, en menor medida, en las glándulas accesorias de la conjuntiva, distribuyéndose uniformemente por la superficie del ojo debido al parpadeo. En condiciones normales existe una secreción lagrimal basal, responsable de reemplazar paulatinamente a la que se drena por el sistema excretor, y que es responsable de mantener el ojo húmedo, y otra secreción lagrimal refleja, en respuesta a estímulos que irritan el polo anterior, como por ejemplo exposición al viento, frío, cuerpos extraños, irritación conjuntival, emociones, etc. La secreción lagrimal es evacuada por un sistema de drenaje que se representa en la figura 1. El drenaje de la lágrima comienza en la zona de los puntos lagrimales superior e inferior, que se encuentran en el borde libre palpebral próximos al canto interno, en una zona sobreelevada llamada tubérculo lagrimal. De cada uno de ellos arranca un canalículo y ambos confluyen en uno común que desemboca en el saco lagrimal. El mecanismo por el que la lágrima entra a los canalículos es favorecido por el efecto de succión ejercido desde el saco lagrimal al ser comprimido por la musculatura orbitaria (Kanski JJ, 2016).

    Figura 1. Sistema lagrimal
    a. Glándula lagrimal; b. Punto lagrimal superior; c. Canal lagrimal superior; d. Saco lagrimal;
    e. Punto lagrimal inferior; f. Canal lagrimal inferior; g. Canal nasolagrimal.
    Originally created by Felipe Micaroni Lalli.
    This is an Open Access article distributed under the terms of the
    Creative Commons Attribution-Share Alike 2.5 Generic (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.5/deed.en),
    which permits unrestricted use, distribution, and reproduction in any medium, provided the original work is properly cited.

    En el niño la prevalencia de la epífora se conoce relativamente bien. La permeabilización del canal lagrimal se completa generalmente en torno al octavo mes de gestación y cualquier fallo a este nivel impedirá su desarrollo normal y provocará un estancamiento de la lágrima por encima de la zona de la obstrucción, estimándose que entre el 2 y el 20% de los recién nacidos tienen alguna alteración en el drenaje de las lágrimas (MacEwen CJ, 1991; Young J, 1997; Honavar S, 2000; Mounir B, 2005).

    En la población adulta la prevalencia e incidencia del lagrimeo excesivo se desconoce, pero se trata de un síntoma muy común. Acompaña con mucha frecuencia a los procesos irritativos, infecciosos e inflamatorios del polo anterior del ojo, siendo un síntoma muy frecuente acompañando al ojo rojo. Tampoco se dispone de estudios precisos de base poblacional sobre la epidemiología de la epífora en la población adulta. Se conoce por estudios de poblaciones atendidas en clínicas oftalmológicas que la proporción de pacientes con obstrucción de la vía lagrimal se incrementaba a medida que avanzaba la edad: desde el 14% a los 40 años hasta el 35% a los 90 (Trueba Castillo A, 2013).

    En algunos estudios se ha demostrado cómo afecta la epífora a la disminución de la calidad de vida, llegando a limitar o impedir a la persona que la padece la realización de actividades al aire libre (Shin JH, 2015).

    En la tabla 1 se presentan las causas más frecuentes de lagrimeo y epífora.

    Tabla 1. Causas del lagrimeo y epífora.
    Hipersecreción
    Lagrimeo por exceso de producción de lágrimas (provocado por la estimulación del V par secundaria a irritación de la córnea o de la conjuntiva)
    • Ojo seco (lagrimeo paradójico).
    • Infecciones: conjuntivitis, blefaritis.
    • Irritación ambiental: alérgenos aerotransportados, polvo.
    • Irritación 2ª a malposiciones de párpados o pestañas: triquiasis, entropión.
    • Traumatismo o cuerpo extraño ocular.
    • Alteraciones neurógenas de la glándula lagrimal.
    Epífora por insuficiencia del drenaje lagrimal
    • Por fallo del mecanismo de bomba: hipotonía del músculo orbicular (ej. parálisis facial), insuficiencia del mecanismo valvular de las vías lagrimales.
    • Por anomalías funcionales de los párpados (ej. ectropión) o de las fosas nasales (ej. desviación del tabique).
    Epífora por obstrucción mecánica del drenaje lagrimal
    • Obstrucción del punto lagrimal.
    • Obstrucción del canalículo.
    • Obstrucción del saco lagrimal.
    • Obstrucción del conducto nasolagrimal.
      • Congénita, por canalización incompleta de las vías lagrimales o por anomalías congénitas en las mismas.
      • Adquirida, que puede ser primaria o secundaria a infección, inflamación (ej. enfermedades granulomatosas como granulomatosis de Wegener y sarcoidosis), neoplasia, trauma o dacriolitiasis.

    Tradicionalmente, la etiología de la epífora se ha clasificado en tres grupos principales: lagrimeo excesivo, insuficiencia de drenaje y obstrucción mecánica del drenaje lagrimal (Blackmore KJ, 2010; Nemet AY, 2016).

    El lagrimeo excesivo relacionado con la patología oftalmológica del polo anterior es muy frecuente debido a la gran prevalencia de conjuntivitis víricas, conjuntivitis bacterianas, lesiones corneales traumáticas, queratitis infecciosa, pterigio, epiescleritis, ojo seco, uveitis y patología palpebral y lagrimal.

    La obstrucción mecánica de las vías lagrimales es más frecuente a nivel del conducto nasolagrimal. La forma congénita se observa en un 4-7% de recién nacidos, no observándose diferencias entre ambos sexos. La forma adquirida primaria es más frecuente en mujeres a partir de los 50 años (por estar relacionada con cambios hormonales que favorecen la osteopenia del canal nasolagrimal), y en la secundaria no se observan diferencias de edad ni sexo. También la epífora unilateral es más común entre las mujeres.

    En el 22-28% de los pacientes la etiología de la epífora es multifactorial, encontrándose una combinación de varias etiologías como la causante de la epífora, por ejemplo lagrimeo reflejo por ojo seco, blefaritis, laxitud palpebral inferior, obstrucción del conducto naso lagrimal, etc., debiéndose abordar en muchos casos más de una etiología para lograr unos resultados terapéuticos óptimos y resolución de los síntomas (Nemet AY, 2016).

    ¿Cómo se evalúa?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Cómo se trata?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autores

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Lagrimeo o epífora

    Fecha de revisión: 26/07/2022
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    El lagrimeo excesivo del ojo o epífora es un motivo de consulta frecuente que puede deberse tanto a una producción excesiva de lágrimas como a una obstrucción de su flujo. Aunque los términos lagrimeo y epífora pueden utilizarse indistintamente, algunos autores utilizan el término lagrimeo para referirse a un aumento de la producción de lágrima por irritación de la superficie ocular, reservando el término epífora para definir la acumulación de lágrimas, producidas en cantidad normal, pero que se acumulan por dificultad en su drenaje (Kanski JJ, 2016; Swartzy MH, 2021).

    La secreción lagrimal se origina principalmente en la glándula lagrimal y, en menor medida, en las glándulas accesorias de la conjuntiva, distribuyéndose uniformemente por la superficie del ojo debido al parpadeo. En condiciones normales existe una secreción lagrimal basal, responsable de reemplazar paulatinamente a la que se drena por el sistema excretor, y que es responsable de mantener el ojo húmedo, y otra secreción lagrimal refleja, en respuesta a estímulos que irritan el polo anterior, como por ejemplo exposición al viento, frío, cuerpos extraños, irritación conjuntival, emociones, etc. La secreción lagrimal es evacuada por un sistema de drenaje que se representa en la figura 1. El drenaje de la lágrima comienza en la zona de los puntos lagrimales superior e inferior, que se encuentran en el borde libre palpebral próximos al canto interno, en una zona sobreelevada llamada tubérculo lagrimal. De cada uno de ellos arranca un canalículo y ambos confluyen en uno común que desemboca en el saco lagrimal. El mecanismo por el que la lágrima entra a los canalículos es favorecido por el efecto de succión ejercido desde el saco lagrimal al ser comprimido por la musculatura orbitaria (Kanski JJ, 2016).

    Figura 1. Sistema lagrimal
    a. Glándula lagrimal; b. Punto lagrimal superior; c. Canal lagrimal superior; d. Saco lagrimal;
    e. Punto lagrimal inferior; f. Canal lagrimal inferior; g. Canal nasolagrimal.
    Originally created by Felipe Micaroni Lalli.
    This is an Open Access article distributed under the terms of the
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    which permits unrestricted use, distribution, and reproduction in any medium, provided the original work is properly cited.

    En el niño la prevalencia de la epífora se conoce relativamente bien. La permeabilización del canal lagrimal se completa generalmente en torno al octavo mes de gestación y cualquier fallo a este nivel impedirá su desarrollo normal y provocará un estancamiento de la lágrima por encima de la zona de la obstrucción, estimándose que entre el 2 y el 20% de los recién nacidos tienen alguna alteración en el drenaje de las lágrimas (MacEwen CJ, 1991; Young J, 1997; Honavar S, 2000; Mounir B, 2005).

    En la población adulta la prevalencia e incidencia del lagrimeo excesivo se desconoce, pero se trata de un síntoma muy común. Acompaña con mucha frecuencia a los procesos irritativos, infecciosos e inflamatorios del polo anterior del ojo, siendo un síntoma muy frecuente acompañando al ojo rojo. Tampoco se dispone de estudios precisos de base poblacional sobre la epidemiología de la epífora en la población adulta. Se conoce por estudios de poblaciones atendidas en clínicas oftalmológicas que la proporción de pacientes con obstrucción de la vía lagrimal se incrementaba a medida que avanzaba la edad: desde el 14% a los 40 años hasta el 35% a los 90 (Trueba Castillo A, 2013).

    En algunos estudios se ha demostrado cómo afecta la epífora a la disminución de la calidad de vida, llegando a limitar o impedir a la persona que la padece la realización de actividades al aire libre (Shin JH, 2015).

    En la tabla 1 se presentan las causas más frecuentes de lagrimeo y epífora.

    Tabla 1. Causas del lagrimeo y epífora.
    Hipersecreción
    Lagrimeo por exceso de producción de lágrimas (provocado por la estimulación del V par secundaria a irritación de la córnea o de la conjuntiva)
    • Ojo seco (lagrimeo paradójico).
    • Infecciones: conjuntivitis, blefaritis.
    • Irritación ambiental: alérgenos aerotransportados, polvo.
    • Irritación 2ª a malposiciones de párpados o pestañas: triquiasis, entropión.
    • Traumatismo o cuerpo extraño ocular.
    • Alteraciones neurógenas de la glándula lagrimal.
    Epífora por insuficiencia del drenaje lagrimal
    • Por fallo del mecanismo de bomba: hipotonía del músculo orbicular (ej. parálisis facial), insuficiencia del mecanismo valvular de las vías lagrimales.
    • Por anomalías funcionales de los párpados (ej. ectropión) o de las fosas nasales (ej. desviación del tabique).
    Epífora por obstrucción mecánica del drenaje lagrimal
    • Obstrucción del punto lagrimal.
    • Obstrucción del canalículo.
    • Obstrucción del saco lagrimal.
    • Obstrucción del conducto nasolagrimal.
      • Congénita, por canalización incompleta de las vías lagrimales o por anomalías congénitas en las mismas.
      • Adquirida, que puede ser primaria o secundaria a infección, inflamación (ej. enfermedades granulomatosas como granulomatosis de Wegener y sarcoidosis), neoplasia, trauma o dacriolitiasis.

    Tradicionalmente, la etiología de la epífora se ha clasificado en tres grupos principales: lagrimeo excesivo, insuficiencia de drenaje y obstrucción mecánica del drenaje lagrimal (Blackmore KJ, 2010; Nemet AY, 2016).

    El lagrimeo excesivo relacionado con la patología oftalmológica del polo anterior es muy frecuente debido a la gran prevalencia de conjuntivitis víricas, conjuntivitis bacterianas, lesiones corneales traumáticas, queratitis infecciosa, pterigio, epiescleritis, ojo seco, uveitis y patología palpebral y lagrimal.

    La obstrucción mecánica de las vías lagrimales es más frecuente a nivel del conducto nasolagrimal. La forma congénita se observa en un 4-7% de recién nacidos, no observándose diferencias entre ambos sexos. La forma adquirida primaria es más frecuente en mujeres a partir de los 50 años (por estar relacionada con cambios hormonales que favorecen la osteopenia del canal nasolagrimal), y en la secundaria no se observan diferencias de edad ni sexo. También la epífora unilateral es más común entre las mujeres.

    En el 22-28% de los pacientes la etiología de la epífora es multifactorial, encontrándose una combinación de varias etiologías como la causante de la epífora, por ejemplo lagrimeo reflejo por ojo seco, blefaritis, laxitud palpebral inferior, obstrucción del conducto naso lagrimal, etc., debiéndose abordar en muchos casos más de una etiología para lograr unos resultados terapéuticos óptimos y resolución de los síntomas (Nemet AY, 2016).

    ¿Cómo se evalúa?

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    Lagrimeo o epífora

    Fecha de revisión: 26/07/2022

    ¿De qué hablamos?


    El lagrimeo excesivo del ojo o epífora es un motivo de consulta frecuente que puede deberse tanto a una producción excesiva de lágrimas como a una obstrucción de su flujo. Aunque los términos lagrimeo y epífora pueden utilizarse indistintamente, algunos autores utilizan el término lagrimeo para referirse a un aumento de la producción de lágrima por irritación de la superficie ocular, reservando el término epífora para definir la acumulación de lágrimas, producidas en cantidad normal, pero que se acumulan por dificultad en su drenaje (Kanski JJ, 2016; Swartzy MH, 2021).

    La secreción lagrimal se origina principalmente en la glándula lagrimal y, en menor medida, en las glándulas accesorias de la conjuntiva, distribuyéndose uniformemente por la superficie del ojo debido al parpadeo. En condiciones normales existe una secreción lagrimal basal, responsable de reemplazar paulatinamente a la que se drena por el sistema excretor, y que es responsable de mantener el ojo húmedo, y otra secreción lagrimal refleja, en respuesta a estímulos que irritan el polo anterior, como por ejemplo exposición al viento, frío, cuerpos extraños, irritación conjuntival, emociones, etc. La secreción lagrimal es evacuada por un sistema de drenaje que se representa en la figura 1. El drenaje de la lágrima comienza en la zona de los puntos lagrimales superior e inferior, que se encuentran en el borde libre palpebral próximos al canto interno, en una zona sobreelevada llamada tubérculo lagrimal. De cada uno de ellos arranca un canalículo y ambos confluyen en uno común que desemboca en el saco lagrimal. El mecanismo por el que la lágrima entra a los canalículos es favorecido por el efecto de succión ejercido desde el saco lagrimal al ser comprimido por la musculatura orbitaria (Kanski JJ, 2016).

    Figura 1. Sistema lagrimal
    a. Glándula lagrimal; b. Punto lagrimal superior; c. Canal lagrimal superior; d. Saco lagrimal;
    e. Punto lagrimal inferior; f. Canal lagrimal inferior; g. Canal nasolagrimal.
    Originally created by Felipe Micaroni Lalli.
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    En el niño la prevalencia de la epífora se conoce relativamente bien. La permeabilización del canal lagrimal se completa generalmente en torno al octavo mes de gestación y cualquier fallo a este nivel impedirá su desarrollo normal y provocará un estancamiento de la lágrima por encima de la zona de la obstrucción, estimándose que entre el 2 y el 20% de los recién nacidos tienen alguna alteración en el drenaje de las lágrimas (MacEwen CJ, 1991; Young J, 1997; Honavar S, 2000; Mounir B, 2005).

    En la población adulta la prevalencia e incidencia del lagrimeo excesivo se desconoce, pero se trata de un síntoma muy común. Acompaña con mucha frecuencia a los procesos irritativos, infecciosos e inflamatorios del polo anterior del ojo, siendo un síntoma muy frecuente acompañando al ojo rojo. Tampoco se dispone de estudios precisos de base poblacional sobre la epidemiología de la epífora en la población adulta. Se conoce por estudios de poblaciones atendidas en clínicas oftalmológicas que la proporción de pacientes con obstrucción de la vía lagrimal se incrementaba a medida que avanzaba la edad: desde el 14% a los 40 años hasta el 35% a los 90 (Trueba Castillo A, 2013).

    En algunos estudios se ha demostrado cómo afecta la epífora a la disminución de la calidad de vida, llegando a limitar o impedir a la persona que la padece la realización de actividades al aire libre (Shin JH, 2015).

    En la tabla 1 se presentan las causas más frecuentes de lagrimeo y epífora.

    Tabla 1. Causas del lagrimeo y epífora.
    Hipersecreción
    Lagrimeo por exceso de producción de lágrimas (provocado por la estimulación del V par secundaria a irritación de la córnea o de la conjuntiva)
    • Ojo seco (lagrimeo paradójico).
    • Infecciones: conjuntivitis, blefaritis.
    • Irritación ambiental: alérgenos aerotransportados, polvo.
    • Irritación 2ª a malposiciones de párpados o pestañas: triquiasis, entropión.
    • Traumatismo o cuerpo extraño ocular.
    • Alteraciones neurógenas de la glándula lagrimal.
    Epífora por insuficiencia del drenaje lagrimal
    • Por fallo del mecanismo de bomba: hipotonía del músculo orbicular (ej. parálisis facial), insuficiencia del mecanismo valvular de las vías lagrimales.
    • Por anomalías funcionales de los párpados (ej. ectropión) o de las fosas nasales (ej. desviación del tabique).
    Epífora por obstrucción mecánica del drenaje lagrimal
    • Obstrucción del punto lagrimal.
    • Obstrucción del canalículo.
    • Obstrucción del saco lagrimal.
    • Obstrucción del conducto nasolagrimal.
      • Congénita, por canalización incompleta de las vías lagrimales o por anomalías congénitas en las mismas.
      • Adquirida, que puede ser primaria o secundaria a infección, inflamación (ej. enfermedades granulomatosas como granulomatosis de Wegener y sarcoidosis), neoplasia, trauma o dacriolitiasis.

    Tradicionalmente, la etiología de la epífora se ha clasificado en tres grupos principales: lagrimeo excesivo, insuficiencia de drenaje y obstrucción mecánica del drenaje lagrimal (Blackmore KJ, 2010; Nemet AY, 2016).

    El lagrimeo excesivo relacionado con la patología oftalmológica del polo anterior es muy frecuente debido a la gran prevalencia de conjuntivitis víricas, conjuntivitis bacterianas, lesiones corneales traumáticas, queratitis infecciosa, pterigio, epiescleritis, ojo seco, uveitis y patología palpebral y lagrimal.

    La obstrucción mecánica de las vías lagrimales es más frecuente a nivel del conducto nasolagrimal. La forma congénita se observa en un 4-7% de recién nacidos, no observándose diferencias entre ambos sexos. La forma adquirida primaria es más frecuente en mujeres a partir de los 50 años (por estar relacionada con cambios hormonales que favorecen la osteopenia del canal nasolagrimal), y en la secundaria no se observan diferencias de edad ni sexo. También la epífora unilateral es más común entre las mujeres.

    En el 22-28% de los pacientes la etiología de la epífora es multifactorial, encontrándose una combinación de varias etiologías como la causante de la epífora, por ejemplo lagrimeo reflejo por ojo seco, blefaritis, laxitud palpebral inferior, obstrucción del conducto naso lagrimal, etc., debiéndose abordar en muchos casos más de una etiología para lograr unos resultados terapéuticos óptimos y resolución de los síntomas (Nemet AY, 2016).

    ¿Cómo se evalúa?

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