Fisterra

    Demencia tipo Alzheimer

    ¿De qué hablamos?


    La demencia tipo Alzheimer (DTA) es una enfermedad neurodegenerativa y la causa más frecuente de demencia en mayores de 65 años. En su forma más típica de presentación afecta primero a la pérdida de memoria reciente y, con el tiempo, a otras áreas cognitivas, así como también a la capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida diaria (Atri A, 2019; Joe E, 2019).

    Existe una gran variabilidad en los estudios epidemiológicos tanto en la prevalencia como en la incidencia de la enfermedad, debido a la discrepancia durante tantos años entre los criterios diagnósticos empleados y a la diversidad de la población estudiada. En general la prevalencia aumenta con la edad, afecta al 3% de la población entre 65-75 años, al 17% entre los de 75-84 años y hasta al 32% de los mayores de 84 (Soria Lopez JA, 2019). Es más frecuente en mujeres y en personas con antecedentes familiares. La mayoría de los autores estiman un crecimiento progresivo y creciente de la enfermedad en los próximos años (Yu JT, 2020; Atri A, 2019; Joe E, 2019; Lane CA, 2018).

    La etiología de la DTA es compleja. En ella intervienen factores genéticos, anomalías a nivel del tejido neurológico y daño vascular. Se estima que existe más del 70% de implicación genética en el riesgo de enfermedad; sin embargo, menos del 1% se transmite de forma autosómica dominante y esta con frecuencia se inicia antes de los 65 años. En su forma típica de presentación en mayores de 65 años y de presentación esporádica se han identificado más de 20 variaciones genéticas que aumentan o disminuyen el riesgo de padecerla y, de todos ellas, la que más riesgo tiene es la que implica a la apolipoproteina E (APOE) (Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    En su patogenia se ha observado la presencia típica del péptido beta amiloide, que se acumula formando placas extracelulares, y ovillos neurofibrilares de proteínas tau hiperfosforiladas dentro de las células nerviosas que provocan pérdida neuronal y fibrosis. Con frecuencia en ancianos pueden observarse alteraciones vasculares en el sistema nervioso central o cuerpos de Lewy (Abeysinghe AAD, 2020; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Diferentes estudios con marcadores biológicos han observado cómo los cambios neurológicos pueden estar presentes y preceder durante décadas al diagnóstico de la enfermedad (Joe E, 2019; Lloret A, 2019).

    Están reconocidos los siguientes factores de riesgo para su desarrollo: hipertensión arterial, diabetes, hiperlipemia, obesidad, accidente cerebrovascular, síndrome metabólico, antecedente de traumatismo craneoencefálico, hipoacusia en edad media, nivel educativo bajo y depresión en edad avanzada. También se ha relacionado con el tabaquismo y el sedentarismo. Padecer deterioro cognitivo leve (DCL), y sobre todo en su forma amnésica, aumenta el riesgo de evolución a DTA (Cummings JL, 2019; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Algunos estudios han observado una posible relación con la infección por virus de la familia de los herpes. Sin embargo, se necesitan estudios a más largo plazo para establecer el valor de esta asociación con el desarrollo de DTA (Ou YN, 2020). También publicaciones con ciertas limitaciones metodológicas señalan el riesgo de las benzodiacepinas y la progresión a demencia (Lucchetta RC, 2018). Otras sugieren un riesgo aumentado de DTA en pacientes con afecciones del aparato digestivo, como estreñimiento, diarrea, síndrome del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, síndrome de intestino irritable, enfermedad inflamatoria intestinal o infección por H. pylori (Fu P, 2020).

    Algunos autores han encontrado evidencia a favor del buen control de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) así como de mantener unas condiciones de vida saludable en la prevención de demencia (Yu JT, 2020). A pesar de que existen publicaciones que han observado algún beneficio de las estatinas, no ha podido demostrarse de forma concluyente en la prevención ni en la progresión de la enfermedad (McGuinnes B, 2016; Mejias-Trueba M, 2018; Davis KAS, 2020).

    Son necesarios estudios con metodología más precisa para demostrar el efecto protector del té verde en el desarrollo de DTA (Kakutani S, 2019). Por el momento tampoco se ha encontrado asociación entre el aumento del riesgo de demencia y DTA con el consumo de café (Larsson SC, 2018).

    ¿Cuáles son las manifestaciones clínicas?

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    ¿Cómo se diagnostica?

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    ¿Cómo se trata?

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    ¿Cuál es su pronóstico y evolución?

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autores

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Demencia tipo Alzheimer

    Fecha de revisión: 16/11/2021
    • Guía
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    ¿De qué hablamos?


    La demencia tipo Alzheimer (DTA) es una enfermedad neurodegenerativa y la causa más frecuente de demencia en mayores de 65 años. En su forma más típica de presentación afecta primero a la pérdida de memoria reciente y, con el tiempo, a otras áreas cognitivas, así como también a la capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida diaria (Atri A, 2019; Joe E, 2019).

    Existe una gran variabilidad en los estudios epidemiológicos tanto en la prevalencia como en la incidencia de la enfermedad, debido a la discrepancia durante tantos años entre los criterios diagnósticos empleados y a la diversidad de la población estudiada. En general la prevalencia aumenta con la edad, afecta al 3% de la población entre 65-75 años, al 17% entre los de 75-84 años y hasta al 32% de los mayores de 84 (Soria Lopez JA, 2019). Es más frecuente en mujeres y en personas con antecedentes familiares. La mayoría de los autores estiman un crecimiento progresivo y creciente de la enfermedad en los próximos años (Yu JT, 2020; Atri A, 2019; Joe E, 2019; Lane CA, 2018).

    La etiología de la DTA es compleja. En ella intervienen factores genéticos, anomalías a nivel del tejido neurológico y daño vascular. Se estima que existe más del 70% de implicación genética en el riesgo de enfermedad; sin embargo, menos del 1% se transmite de forma autosómica dominante y esta con frecuencia se inicia antes de los 65 años. En su forma típica de presentación en mayores de 65 años y de presentación esporádica se han identificado más de 20 variaciones genéticas que aumentan o disminuyen el riesgo de padecerla y, de todos ellas, la que más riesgo tiene es la que implica a la apolipoproteina E (APOE) (Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    En su patogenia se ha observado la presencia típica del péptido beta amiloide, que se acumula formando placas extracelulares, y ovillos neurofibrilares de proteínas tau hiperfosforiladas dentro de las células nerviosas que provocan pérdida neuronal y fibrosis. Con frecuencia en ancianos pueden observarse alteraciones vasculares en el sistema nervioso central o cuerpos de Lewy (Abeysinghe AAD, 2020; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Diferentes estudios con marcadores biológicos han observado cómo los cambios neurológicos pueden estar presentes y preceder durante décadas al diagnóstico de la enfermedad (Joe E, 2019; Lloret A, 2019).

    Están reconocidos los siguientes factores de riesgo para su desarrollo: hipertensión arterial, diabetes, hiperlipemia, obesidad, accidente cerebrovascular, síndrome metabólico, antecedente de traumatismo craneoencefálico, hipoacusia en edad media, nivel educativo bajo y depresión en edad avanzada. También se ha relacionado con el tabaquismo y el sedentarismo. Padecer deterioro cognitivo leve (DCL), y sobre todo en su forma amnésica, aumenta el riesgo de evolución a DTA (Cummings JL, 2019; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Algunos estudios han observado una posible relación con la infección por virus de la familia de los herpes. Sin embargo, se necesitan estudios a más largo plazo para establecer el valor de esta asociación con el desarrollo de DTA (Ou YN, 2020). También publicaciones con ciertas limitaciones metodológicas señalan el riesgo de las benzodiacepinas y la progresión a demencia (Lucchetta RC, 2018). Otras sugieren un riesgo aumentado de DTA en pacientes con afecciones del aparato digestivo, como estreñimiento, diarrea, síndrome del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, síndrome de intestino irritable, enfermedad inflamatoria intestinal o infección por H. pylori (Fu P, 2020).

    Algunos autores han encontrado evidencia a favor del buen control de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) así como de mantener unas condiciones de vida saludable en la prevención de demencia (Yu JT, 2020). A pesar de que existen publicaciones que han observado algún beneficio de las estatinas, no ha podido demostrarse de forma concluyente en la prevención ni en la progresión de la enfermedad (McGuinnes B, 2016; Mejias-Trueba M, 2018; Davis KAS, 2020).

    Son necesarios estudios con metodología más precisa para demostrar el efecto protector del té verde en el desarrollo de DTA (Kakutani S, 2019). Por el momento tampoco se ha encontrado asociación entre el aumento del riesgo de demencia y DTA con el consumo de café (Larsson SC, 2018).

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    La demencia tipo Alzheimer (DTA) es una enfermedad neurodegenerativa y la causa más frecuente de demencia en mayores de 65 años. En su forma más típica de presentación afecta primero a la pérdida de memoria reciente y, con el tiempo, a otras áreas cognitivas, así como también a la capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida diaria (Atri A, 2019; Joe E, 2019).

    Existe una gran variabilidad en los estudios epidemiológicos tanto en la prevalencia como en la incidencia de la enfermedad, debido a la discrepancia durante tantos años entre los criterios diagnósticos empleados y a la diversidad de la población estudiada. En general la prevalencia aumenta con la edad, afecta al 3% de la población entre 65-75 años, al 17% entre los de 75-84 años y hasta al 32% de los mayores de 84 (Soria Lopez JA, 2019). Es más frecuente en mujeres y en personas con antecedentes familiares. La mayoría de los autores estiman un crecimiento progresivo y creciente de la enfermedad en los próximos años (Yu JT, 2020; Atri A, 2019; Joe E, 2019; Lane CA, 2018).

    La etiología de la DTA es compleja. En ella intervienen factores genéticos, anomalías a nivel del tejido neurológico y daño vascular. Se estima que existe más del 70% de implicación genética en el riesgo de enfermedad; sin embargo, menos del 1% se transmite de forma autosómica dominante y esta con frecuencia se inicia antes de los 65 años. En su forma típica de presentación en mayores de 65 años y de presentación esporádica se han identificado más de 20 variaciones genéticas que aumentan o disminuyen el riesgo de padecerla y, de todos ellas, la que más riesgo tiene es la que implica a la apolipoproteina E (APOE) (Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    En su patogenia se ha observado la presencia típica del péptido beta amiloide, que se acumula formando placas extracelulares, y ovillos neurofibrilares de proteínas tau hiperfosforiladas dentro de las células nerviosas que provocan pérdida neuronal y fibrosis. Con frecuencia en ancianos pueden observarse alteraciones vasculares en el sistema nervioso central o cuerpos de Lewy (Abeysinghe AAD, 2020; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Diferentes estudios con marcadores biológicos han observado cómo los cambios neurológicos pueden estar presentes y preceder durante décadas al diagnóstico de la enfermedad (Joe E, 2019; Lloret A, 2019).

    Están reconocidos los siguientes factores de riesgo para su desarrollo: hipertensión arterial, diabetes, hiperlipemia, obesidad, accidente cerebrovascular, síndrome metabólico, antecedente de traumatismo craneoencefálico, hipoacusia en edad media, nivel educativo bajo y depresión en edad avanzada. También se ha relacionado con el tabaquismo y el sedentarismo. Padecer deterioro cognitivo leve (DCL), y sobre todo en su forma amnésica, aumenta el riesgo de evolución a DTA (Cummings JL, 2019; Atri A, 2019; Lane CA, 2018).

    Algunos estudios han observado una posible relación con la infección por virus de la familia de los herpes. Sin embargo, se necesitan estudios a más largo plazo para establecer el valor de esta asociación con el desarrollo de DTA (Ou YN, 2020). También publicaciones con ciertas limitaciones metodológicas señalan el riesgo de las benzodiacepinas y la progresión a demencia (Lucchetta RC, 2018). Otras sugieren un riesgo aumentado de DTA en pacientes con afecciones del aparato digestivo, como estreñimiento, diarrea, síndrome del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, síndrome de intestino irritable, enfermedad inflamatoria intestinal o infección por H. pylori (Fu P, 2020).

    Algunos autores han encontrado evidencia a favor del buen control de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) así como de mantener unas condiciones de vida saludable en la prevención de demencia (Yu JT, 2020). A pesar de que existen publicaciones que han observado algún beneficio de las estatinas, no ha podido demostrarse de forma concluyente en la prevención ni en la progresión de la enfermedad (McGuinnes B, 2016; Mejias-Trueba M, 2018; Davis KAS, 2020).

    Son necesarios estudios con metodología más precisa para demostrar el efecto protector del té verde en el desarrollo de DTA (Kakutani S, 2019). Por el momento tampoco se ha encontrado asociación entre el aumento del riesgo de demencia y DTA con el consumo de café (Larsson SC, 2018).

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