Fisterra

    Tratamiento empírico de las infecciones cutáneas bacterianas

    ¿De qué hablamos?


    Las infecciones cutáneas bacterianas son uno de los motivos de consulta más frecuentes en atención primaria tras las infecciones respiratorias. El tipo de infección depende de la profundidad y del compartimento de la piel involucrado, e incluye desde procesos banales, los más frecuentes, hasta letales. El diagnóstico es clínico, para realizarlo es esencial obtener una historia clínica detallada que contenga una valoración del entorno epidemiológico (exposiciones a animales o aguas, viajes, estilos de vida, profesión), preguntas sobre traumatismos previos, lesiones o enfermedades de base y una exploración clínica cuidadosa de las lesiones y los síntomas (Batalla M, 2017; Sukumaran V, 2016).

    Las bacterias más frecuentes implicadas en las infecciones cutáneas son Staphylococcus aureus y Streptococcus pyognes, y el tratamiento es empírico excepto en determinadas circunstancias, como en caso de fracaso del tratamiento o evolución tórpida, en las que es recomendable estudio microbiológico de muestras. En las últimas décadas se ha descrito un aumento progresivo de cepas de Staphylococcus aureus resistentes a meticilina (SARM) que suponen un riesgo para el control de las infecciones, especialmente en pacientes hospitalizados, portadores de catéteres, institucionalizados o inmunodeprimidos. Por este motivo, algunos países proponen limitar especialmente el uso de antibióticos tópicos (mupirocina y ácido fusídico) con los que se relacionan mecanismos de aparición de resistencias y, en caso de ser necesarios, dejar la mupirocina para los casos por SARM (PHE/NICE, 2018; BPAC, 2017). Dado que en España hay elevados porcentajes de SARM, aunque su incidencia en la comunidad se considera baja y no se recomienda cubrir SARM en el tratamiento empírico inicialmente, se deben seguir las recomendaciones de vigilancia y control de las infecciones y de uso racional de antibióticos (Kosar L, 2017; ECDC, 2017; Wilson HL, 2019).

    En el tratamiento empírico de las infecciones la selección del mismo dependerá de la localización y gravedad de la infección, de cual sea el microorganismo más frecuente, de las resistencias locales y de factores individuales del paciente. Las infecciones superficiales (como impétigo o foliculitis superficial) pueden tratarse con higiene, curas y antisépticos tópicos. Algunos casos requerirán antibioterapia tópica, y se reservaran los antibióticos sistémicos para formas extensas o pacientes con factores de riesgo para la aparición de complicaciones. La duración del tratamiento dependerá de la evolución de las lesiones y la clínica, siendo suficiente pautas cortas para la mayoría de casos (PHE/NICE, 2018; Wilson HL, 2019; INFAC, 2018).

    En la siguiente tabla se exponen las infecciones cutáneas bacterianas más frecuentes, etiología, actitud terapéutica y antibioterapia recomendada.

    Actitud terapéutica y tratamiento empírico

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autores

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Tratamiento empírico de las infecciones cutáneas bacterianas

    Fecha de revisión: 01/03/2019
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    Las infecciones cutáneas bacterianas son uno de los motivos de consulta más frecuentes en atención primaria tras las infecciones respiratorias. El tipo de infección depende de la profundidad y del compartimento de la piel involucrado, e incluye desde procesos banales, los más frecuentes, hasta letales. El diagnóstico es clínico, para realizarlo es esencial obtener una historia clínica detallada que contenga una valoración del entorno epidemiológico (exposiciones a animales o aguas, viajes, estilos de vida, profesión), preguntas sobre traumatismos previos, lesiones o enfermedades de base y una exploración clínica cuidadosa de las lesiones y los síntomas (Batalla M, 2017; Sukumaran V, 2016).

    Las bacterias más frecuentes implicadas en las infecciones cutáneas son Staphylococcus aureus y Streptococcus pyognes, y el tratamiento es empírico excepto en determinadas circunstancias, como en caso de fracaso del tratamiento o evolución tórpida, en las que es recomendable estudio microbiológico de muestras. En las últimas décadas se ha descrito un aumento progresivo de cepas de Staphylococcus aureus resistentes a meticilina (SARM) que suponen un riesgo para el control de las infecciones, especialmente en pacientes hospitalizados, portadores de catéteres, institucionalizados o inmunodeprimidos. Por este motivo, algunos países proponen limitar especialmente el uso de antibióticos tópicos (mupirocina y ácido fusídico) con los que se relacionan mecanismos de aparición de resistencias y, en caso de ser necesarios, dejar la mupirocina para los casos por SARM (PHE/NICE, 2018; BPAC, 2017). Dado que en España hay elevados porcentajes de SARM, aunque su incidencia en la comunidad se considera baja y no se recomienda cubrir SARM en el tratamiento empírico inicialmente, se deben seguir las recomendaciones de vigilancia y control de las infecciones y de uso racional de antibióticos (Kosar L, 2017; ECDC, 2017; Wilson HL, 2019).

    En el tratamiento empírico de las infecciones la selección del mismo dependerá de la localización y gravedad de la infección, de cual sea el microorganismo más frecuente, de las resistencias locales y de factores individuales del paciente. Las infecciones superficiales (como impétigo o foliculitis superficial) pueden tratarse con higiene, curas y antisépticos tópicos. Algunos casos requerirán antibioterapia tópica, y se reservaran los antibióticos sistémicos para formas extensas o pacientes con factores de riesgo para la aparición de complicaciones. La duración del tratamiento dependerá de la evolución de las lesiones y la clínica, siendo suficiente pautas cortas para la mayoría de casos (PHE/NICE, 2018; Wilson HL, 2019; INFAC, 2018).

    En la siguiente tabla se exponen las infecciones cutáneas bacterianas más frecuentes, etiología, actitud terapéutica y antibioterapia recomendada.

    Actitud terapéutica y tratamiento empírico

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    Las infecciones cutáneas bacterianas son uno de los motivos de consulta más frecuentes en atención primaria tras las infecciones respiratorias. El tipo de infección depende de la profundidad y del compartimento de la piel involucrado, e incluye desde procesos banales, los más frecuentes, hasta letales. El diagnóstico es clínico, para realizarlo es esencial obtener una historia clínica detallada que contenga una valoración del entorno epidemiológico (exposiciones a animales o aguas, viajes, estilos de vida, profesión), preguntas sobre traumatismos previos, lesiones o enfermedades de base y una exploración clínica cuidadosa de las lesiones y los síntomas (Batalla M, 2017; Sukumaran V, 2016).

    Las bacterias más frecuentes implicadas en las infecciones cutáneas son Staphylococcus aureus y Streptococcus pyognes, y el tratamiento es empírico excepto en determinadas circunstancias, como en caso de fracaso del tratamiento o evolución tórpida, en las que es recomendable estudio microbiológico de muestras. En las últimas décadas se ha descrito un aumento progresivo de cepas de Staphylococcus aureus resistentes a meticilina (SARM) que suponen un riesgo para el control de las infecciones, especialmente en pacientes hospitalizados, portadores de catéteres, institucionalizados o inmunodeprimidos. Por este motivo, algunos países proponen limitar especialmente el uso de antibióticos tópicos (mupirocina y ácido fusídico) con los que se relacionan mecanismos de aparición de resistencias y, en caso de ser necesarios, dejar la mupirocina para los casos por SARM (PHE/NICE, 2018; BPAC, 2017). Dado que en España hay elevados porcentajes de SARM, aunque su incidencia en la comunidad se considera baja y no se recomienda cubrir SARM en el tratamiento empírico inicialmente, se deben seguir las recomendaciones de vigilancia y control de las infecciones y de uso racional de antibióticos (Kosar L, 2017; ECDC, 2017; Wilson HL, 2019).

    En el tratamiento empírico de las infecciones la selección del mismo dependerá de la localización y gravedad de la infección, de cual sea el microorganismo más frecuente, de las resistencias locales y de factores individuales del paciente. Las infecciones superficiales (como impétigo o foliculitis superficial) pueden tratarse con higiene, curas y antisépticos tópicos. Algunos casos requerirán antibioterapia tópica, y se reservaran los antibióticos sistémicos para formas extensas o pacientes con factores de riesgo para la aparición de complicaciones. La duración del tratamiento dependerá de la evolución de las lesiones y la clínica, siendo suficiente pautas cortas para la mayoría de casos (PHE/NICE, 2018; Wilson HL, 2019; INFAC, 2018).

    En la siguiente tabla se exponen las infecciones cutáneas bacterianas más frecuentes, etiología, actitud terapéutica y antibioterapia recomendada.

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