El sentido del olfato incluye funciones que van más allá de la percepción de olores, ya que participa en la percepción de sabores, nos informa cuando una comida puede no ser saludable, nos protege contra hechos potencialmente peligrosos (detección de alimentos en descomposición o fugas de gas) y, además, contribuye al establecimiento de la memoria afectiva.

Las alteraciones del olfato pueden afectar hasta a un 16% de la población general, de la cual el 25% suele asociarse a individuos con edad superior a 65 años. La presencia de alteraciones del olfato guarda una especial relevancia en el diagnóstico temprano de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer. Además, hasta un tercio de los pacientes con traumatismo craneal grave tienen anosmia. Su evaluación es importante en pacientes que se someten a cirugía endonasal (Landis BN, 2004; Sigurdardottir S, 2016; Daramola OO, 2015).

Los términos empleados para describir las alteraciones del olfato son:

• Alucinación olfativa o fantosmia: sensación olfativa desagradable en ausencia de estímulo específico, la alucinación olfativa suele durar unos segundos mientras que la fantosmia es más duradera.
• Parosmia: cuando un odorante se percibe de otra forma a como lo era con antelación y, puede de ser:
  • Euosmia: asocia un buen olor.
  • Cacosmia: asocia una sensación desagradable olorosa.
• Hiposmia: disminución de la capacidad para detectar olores.
• Anosmia: pérdida absoluta del olfato.

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