Fisterra

    Reanimación cardiopulmonar básica en pediatría

    ¿De qué hablamos?


    Una parada cardiorrespiratoria (PCR) es una interrupción brusca, inesperada y potencialmente reversible de la actividad mecánica del corazón, determinada por la imposibilidad de palpar el pulso central y detectar la respiración espontánea. Es un acontecimiento infrecuente en pediatría.

    La reanimación es el conjunto de medidas aplicadas para conseguir la recuperación del pulso espontáneo y la perfusión de todos los órganos.

    Para el propósito de esta guía se utilizarán los siguientes términos según la edad (Atkins DL, 2015):
    • Neonatos: reanimación llevada a cabo desde el nacimiento hasta el alta hospitalaria. La principal causa de muerte son las anomalías congénitas, seguidas de los problemas perinatales y la muerte súbita.
    • Lactantes: primer año de vida. Además del síndrome de muerte súbita, las anomalías congénitas siguen siendo una de las principales causas de muerte, seguidas por las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, las infecciones y los traumatismos.
    • Niños: niños entre un 1 de edad y la pubertad (definida como desarrollo mamario en las mujeres y la presencia de vello axilar en los varones). La primera causa de mortalidad son los accidentes, seguidos de las anomalías cardiovasculares y el cáncer.
    • Adultos: púberes y mayores.
    A diferencia de los adultos, en quienes lo más frecuente es la parada cardiaca primaria (lo habitual es que el ritmo cardiaco sea desfibrilable tipo fibrilación ventricular o taquicardia ventricular sin pulso), la PCR en niños se produce generalmente por hipoxia tisular, que refleja el agotamiento de la capacidad del organismo para compensar los efectos del proceso subyacente. Los ritmos terminales de la PCR en este contexto suelen ser la asistolia o la actividad eléctrica sin pulso (AESP) y no son desfibrilables.

    En las últimas guías de recomendación del European Resuscitation Council (ERC) publicadas en 2021 se hace más énfasis en el reconocimiento rápido y el tratamiento inmediato del niño en estado grave, que deberían frenar la progresión hacia la PCR, para lo que se han desarrollado en los últimos años programas de alerta precoz que identifiquen a los pacientes de más riesgo según las características clínicas. La evaluación rápida y sencilla en pediatría puede realizarse con el llamado “triángulo de evaluación pediátrica”, que valora los signos clínicos de tres apartados, dando idea del estado fisiológico del paciente en función de si están alterados uno, dos, todos o ninguno de los lados del triángulo:
    • Respiratorio: se valora la existencia de dificultad respiratoria: ruidos patológicos como estridor o quejido, presencia de tiraje o retracciones por uso de la musculatura accesoria, taquipnea, aleteo nasal o posición anómala. En estados avanzados de descompensación aparece bradipnea, y escaso esfuerzo respiratorio con apnea y respiración agónica.
    • Circulación cutánea: la presión arterial es un signo tardío de enfermedad grave, por lo que es preciso vigilar los signos que aparecen en la fase de shock compensado (taquicardia, enlentecimiento del relleno capilar, frialdad acra, alteración de la coloración cutánea con palidez o cianosis, oligoanuria).
    • Apariencia: a pesar de que el triángulo tenga tres lados iguales, la apariencia es el más importante, ya que es indicador del nivel de perfusión y oxigenación cerebral. Se debe valorar el tono, la reactividad, si se consuela al ser cogido en brazos, la mirada, el lenguaje o el llanto. Es importante la valoración que hagan los familiares del estado del paciente.
    La prevención se incluye, por tanto, como el primer eslabón de la cadena de supervivencia pediátrica, en la que la atención urgente y coordinada permitirá mejorar el pronóstico de la parada.

    La supervivencia al alta de la parada extrahospitalaria pediátrica es de aproximadamente el 11% (Virani SS, 2020). La supervivencia es mayor en pacientes de mayor edad, en los que la parada ha sido presenciada, con reanimación básica de calidad, con ritmos inicialmente desfibrilables (si uso de DESA, rapidez de la atención médica) (Shimoda-Sakano TM, 2020).

    La supervivencia al alta en las paradas intrahospitalarias es mayor, de aproximadamente un 49% (Virani SS, 2020).

    La formación y el entrenamiento del personal sanitario y de la población general en reanimación cardiopulmonar (RCP) es uno de los factores esenciales para aumentar la supervivencia libre de secuelas de los niños que sufren una PCR.

    Reanimación cardiopulmonar básica

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    Desfibrilador externo automático/semiautomático

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    Obstrucción de la vía aérea por cuerpo extraño

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autoras

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Reanimación cardiopulmonar básica en pediatría

    Fecha de revisión: 18/06/2024
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    Una parada cardiorrespiratoria (PCR) es una interrupción brusca, inesperada y potencialmente reversible de la actividad mecánica del corazón, determinada por la imposibilidad de palpar el pulso central y detectar la respiración espontánea. Es un acontecimiento infrecuente en pediatría.

    La reanimación es el conjunto de medidas aplicadas para conseguir la recuperación del pulso espontáneo y la perfusión de todos los órganos.

    Para el propósito de esta guía se utilizarán los siguientes términos según la edad (Atkins DL, 2015):
    • Neonatos: reanimación llevada a cabo desde el nacimiento hasta el alta hospitalaria. La principal causa de muerte son las anomalías congénitas, seguidas de los problemas perinatales y la muerte súbita.
    • Lactantes: primer año de vida. Además del síndrome de muerte súbita, las anomalías congénitas siguen siendo una de las principales causas de muerte, seguidas por las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, las infecciones y los traumatismos.
    • Niños: niños entre un 1 de edad y la pubertad (definida como desarrollo mamario en las mujeres y la presencia de vello axilar en los varones). La primera causa de mortalidad son los accidentes, seguidos de las anomalías cardiovasculares y el cáncer.
    • Adultos: púberes y mayores.
    A diferencia de los adultos, en quienes lo más frecuente es la parada cardiaca primaria (lo habitual es que el ritmo cardiaco sea desfibrilable tipo fibrilación ventricular o taquicardia ventricular sin pulso), la PCR en niños se produce generalmente por hipoxia tisular, que refleja el agotamiento de la capacidad del organismo para compensar los efectos del proceso subyacente. Los ritmos terminales de la PCR en este contexto suelen ser la asistolia o la actividad eléctrica sin pulso (AESP) y no son desfibrilables.

    En las últimas guías de recomendación del European Resuscitation Council (ERC) publicadas en 2021 se hace más énfasis en el reconocimiento rápido y el tratamiento inmediato del niño en estado grave, que deberían frenar la progresión hacia la PCR, para lo que se han desarrollado en los últimos años programas de alerta precoz que identifiquen a los pacientes de más riesgo según las características clínicas. La evaluación rápida y sencilla en pediatría puede realizarse con el llamado “triángulo de evaluación pediátrica”, que valora los signos clínicos de tres apartados, dando idea del estado fisiológico del paciente en función de si están alterados uno, dos, todos o ninguno de los lados del triángulo:
    • Respiratorio: se valora la existencia de dificultad respiratoria: ruidos patológicos como estridor o quejido, presencia de tiraje o retracciones por uso de la musculatura accesoria, taquipnea, aleteo nasal o posición anómala. En estados avanzados de descompensación aparece bradipnea, y escaso esfuerzo respiratorio con apnea y respiración agónica.
    • Circulación cutánea: la presión arterial es un signo tardío de enfermedad grave, por lo que es preciso vigilar los signos que aparecen en la fase de shock compensado (taquicardia, enlentecimiento del relleno capilar, frialdad acra, alteración de la coloración cutánea con palidez o cianosis, oligoanuria).
    • Apariencia: a pesar de que el triángulo tenga tres lados iguales, la apariencia es el más importante, ya que es indicador del nivel de perfusión y oxigenación cerebral. Se debe valorar el tono, la reactividad, si se consuela al ser cogido en brazos, la mirada, el lenguaje o el llanto. Es importante la valoración que hagan los familiares del estado del paciente.
    La prevención se incluye, por tanto, como el primer eslabón de la cadena de supervivencia pediátrica, en la que la atención urgente y coordinada permitirá mejorar el pronóstico de la parada.

    La supervivencia al alta de la parada extrahospitalaria pediátrica es de aproximadamente el 11% (Virani SS, 2020). La supervivencia es mayor en pacientes de mayor edad, en los que la parada ha sido presenciada, con reanimación básica de calidad, con ritmos inicialmente desfibrilables (si uso de DESA, rapidez de la atención médica) (Shimoda-Sakano TM, 2020).

    La supervivencia al alta en las paradas intrahospitalarias es mayor, de aproximadamente un 49% (Virani SS, 2020).

    La formación y el entrenamiento del personal sanitario y de la población general en reanimación cardiopulmonar (RCP) es uno de los factores esenciales para aumentar la supervivencia libre de secuelas de los niños que sufren una PCR.

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    Fecha de revisión: 18/06/2024

    ¿De qué hablamos?


    Una parada cardiorrespiratoria (PCR) es una interrupción brusca, inesperada y potencialmente reversible de la actividad mecánica del corazón, determinada por la imposibilidad de palpar el pulso central y detectar la respiración espontánea. Es un acontecimiento infrecuente en pediatría.

    La reanimación es el conjunto de medidas aplicadas para conseguir la recuperación del pulso espontáneo y la perfusión de todos los órganos.

    Para el propósito de esta guía se utilizarán los siguientes términos según la edad (Atkins DL, 2015):
    • Neonatos: reanimación llevada a cabo desde el nacimiento hasta el alta hospitalaria. La principal causa de muerte son las anomalías congénitas, seguidas de los problemas perinatales y la muerte súbita.
    • Lactantes: primer año de vida. Además del síndrome de muerte súbita, las anomalías congénitas siguen siendo una de las principales causas de muerte, seguidas por las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, las infecciones y los traumatismos.
    • Niños: niños entre un 1 de edad y la pubertad (definida como desarrollo mamario en las mujeres y la presencia de vello axilar en los varones). La primera causa de mortalidad son los accidentes, seguidos de las anomalías cardiovasculares y el cáncer.
    • Adultos: púberes y mayores.
    A diferencia de los adultos, en quienes lo más frecuente es la parada cardiaca primaria (lo habitual es que el ritmo cardiaco sea desfibrilable tipo fibrilación ventricular o taquicardia ventricular sin pulso), la PCR en niños se produce generalmente por hipoxia tisular, que refleja el agotamiento de la capacidad del organismo para compensar los efectos del proceso subyacente. Los ritmos terminales de la PCR en este contexto suelen ser la asistolia o la actividad eléctrica sin pulso (AESP) y no son desfibrilables.

    En las últimas guías de recomendación del European Resuscitation Council (ERC) publicadas en 2021 se hace más énfasis en el reconocimiento rápido y el tratamiento inmediato del niño en estado grave, que deberían frenar la progresión hacia la PCR, para lo que se han desarrollado en los últimos años programas de alerta precoz que identifiquen a los pacientes de más riesgo según las características clínicas. La evaluación rápida y sencilla en pediatría puede realizarse con el llamado “triángulo de evaluación pediátrica”, que valora los signos clínicos de tres apartados, dando idea del estado fisiológico del paciente en función de si están alterados uno, dos, todos o ninguno de los lados del triángulo:
    • Respiratorio: se valora la existencia de dificultad respiratoria: ruidos patológicos como estridor o quejido, presencia de tiraje o retracciones por uso de la musculatura accesoria, taquipnea, aleteo nasal o posición anómala. En estados avanzados de descompensación aparece bradipnea, y escaso esfuerzo respiratorio con apnea y respiración agónica.
    • Circulación cutánea: la presión arterial es un signo tardío de enfermedad grave, por lo que es preciso vigilar los signos que aparecen en la fase de shock compensado (taquicardia, enlentecimiento del relleno capilar, frialdad acra, alteración de la coloración cutánea con palidez o cianosis, oligoanuria).
    • Apariencia: a pesar de que el triángulo tenga tres lados iguales, la apariencia es el más importante, ya que es indicador del nivel de perfusión y oxigenación cerebral. Se debe valorar el tono, la reactividad, si se consuela al ser cogido en brazos, la mirada, el lenguaje o el llanto. Es importante la valoración que hagan los familiares del estado del paciente.
    La prevención se incluye, por tanto, como el primer eslabón de la cadena de supervivencia pediátrica, en la que la atención urgente y coordinada permitirá mejorar el pronóstico de la parada.

    La supervivencia al alta de la parada extrahospitalaria pediátrica es de aproximadamente el 11% (Virani SS, 2020). La supervivencia es mayor en pacientes de mayor edad, en los que la parada ha sido presenciada, con reanimación básica de calidad, con ritmos inicialmente desfibrilables (si uso de DESA, rapidez de la atención médica) (Shimoda-Sakano TM, 2020).

    La supervivencia al alta en las paradas intrahospitalarias es mayor, de aproximadamente un 49% (Virani SS, 2020).

    La formación y el entrenamiento del personal sanitario y de la población general en reanimación cardiopulmonar (RCP) es uno de los factores esenciales para aumentar la supervivencia libre de secuelas de los niños que sufren una PCR.

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