Fisterra

    Radioterapia paliativa

    ¿De qué hablamos?


    La radioterapia fue usada por primera vez en la lucha contra el cáncer hace más de un siglo. Desde entonces su uso se ha generalizado avanzando en diferentes técnicas y junto con la quimioterapia y la cirugía constituye un pilar básico en el tratamiento de los tumores sólidos (Stenbeck T, 1900; Die TS, 1901).

    El mecanismo de acción de la radioterapia se basa en el daño del DNA que ocasiona las radiaciones ionizantes, provocando roturas de la doble cadena de la molécula de DNA. Técnicamente las células normales disponen de una maquinaria de reparación de DNA que les permite reparar la cadena, cosa que no ocurre en células tumorales debido a la alteración de estos mecanismos moleculares de reparación ejerciendo un efecto letal en ellas (Kirou-Mauro A, 2008).

    El tratamiento radioterápico, al igual que el resto de tratamientos oncológicos, pueden dividirse según su intención en radicales o paliativos. En el caso del tratamiento radical, la intención del tratamiento es curativa, sola o en combinación con otros abordajes para la total erradicación del tumor en cuestión. En estos casos las dosis de tratamiento llegan a alcanzar los 70 Gy y los cursos pueden ser superiores a las ocho semanas de tratamiento con importantes efectos adversos asociados.

    La intención paliativa no pretende la erradicación completa de la enfermedad tumoral, sino que busca el control sintomático del paciente y la mejora de su calidad de vida. Habitualmente se requiere solo la irradiación en determinadas áreas corporales, dependiendo de la sintomatología de la paciente provocada por el tumor primario o sus afectaciones a distancia. En este caso la necesidad de dosis es menor, entre 8 y 30 Gy y puede administrarse en menor tiempo, incluso en una única sesión, minimizando así los efectos adversos asociados.

    Para el diseño de la radioterapia paliativa debemos, por un lado discernir cuál es la sintomatología que ha desarrollado el paciente y la repercusión en su vida basal (por ejemplo, dolor, impotencia funcional, hemorragia, etc.), descartar que la causa de esa sintomatología sea diferente al tumor de base, localizar la región anatómica donde se origina la sintomatología, proporcionar una correcta información de paciente y familiares y por último una adecuada planificación de la radioterapia en el esquema que otorgue mayor beneficio en el menor tiempo posible al paciente.

    Usos en control de síntomas más frecuentes

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    Conclusiones

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    Bibliografía

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Radioterapia paliativa

    Fecha de revisión: 13/09/2017
    • Guía
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    ¿De qué hablamos?


    La radioterapia fue usada por primera vez en la lucha contra el cáncer hace más de un siglo. Desde entonces su uso se ha generalizado avanzando en diferentes técnicas y junto con la quimioterapia y la cirugía constituye un pilar básico en el tratamiento de los tumores sólidos (Stenbeck T, 1900; Die TS, 1901).

    El mecanismo de acción de la radioterapia se basa en el daño del DNA que ocasiona las radiaciones ionizantes, provocando roturas de la doble cadena de la molécula de DNA. Técnicamente las células normales disponen de una maquinaria de reparación de DNA que les permite reparar la cadena, cosa que no ocurre en células tumorales debido a la alteración de estos mecanismos moleculares de reparación ejerciendo un efecto letal en ellas (Kirou-Mauro A, 2008).

    El tratamiento radioterápico, al igual que el resto de tratamientos oncológicos, pueden dividirse según su intención en radicales o paliativos. En el caso del tratamiento radical, la intención del tratamiento es curativa, sola o en combinación con otros abordajes para la total erradicación del tumor en cuestión. En estos casos las dosis de tratamiento llegan a alcanzar los 70 Gy y los cursos pueden ser superiores a las ocho semanas de tratamiento con importantes efectos adversos asociados.

    La intención paliativa no pretende la erradicación completa de la enfermedad tumoral, sino que busca el control sintomático del paciente y la mejora de su calidad de vida. Habitualmente se requiere solo la irradiación en determinadas áreas corporales, dependiendo de la sintomatología de la paciente provocada por el tumor primario o sus afectaciones a distancia. En este caso la necesidad de dosis es menor, entre 8 y 30 Gy y puede administrarse en menor tiempo, incluso en una única sesión, minimizando así los efectos adversos asociados.

    Para el diseño de la radioterapia paliativa debemos, por un lado discernir cuál es la sintomatología que ha desarrollado el paciente y la repercusión en su vida basal (por ejemplo, dolor, impotencia funcional, hemorragia, etc.), descartar que la causa de esa sintomatología sea diferente al tumor de base, localizar la región anatómica donde se origina la sintomatología, proporcionar una correcta información de paciente y familiares y por último una adecuada planificación de la radioterapia en el esquema que otorgue mayor beneficio en el menor tiempo posible al paciente.

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Radioterapia paliativa

    Fecha de revisión: 13/09/2017

    ¿De qué hablamos?


    La radioterapia fue usada por primera vez en la lucha contra el cáncer hace más de un siglo. Desde entonces su uso se ha generalizado avanzando en diferentes técnicas y junto con la quimioterapia y la cirugía constituye un pilar básico en el tratamiento de los tumores sólidos (Stenbeck T, 1900; Die TS, 1901).

    El mecanismo de acción de la radioterapia se basa en el daño del DNA que ocasiona las radiaciones ionizantes, provocando roturas de la doble cadena de la molécula de DNA. Técnicamente las células normales disponen de una maquinaria de reparación de DNA que les permite reparar la cadena, cosa que no ocurre en células tumorales debido a la alteración de estos mecanismos moleculares de reparación ejerciendo un efecto letal en ellas (Kirou-Mauro A, 2008).

    El tratamiento radioterápico, al igual que el resto de tratamientos oncológicos, pueden dividirse según su intención en radicales o paliativos. En el caso del tratamiento radical, la intención del tratamiento es curativa, sola o en combinación con otros abordajes para la total erradicación del tumor en cuestión. En estos casos las dosis de tratamiento llegan a alcanzar los 70 Gy y los cursos pueden ser superiores a las ocho semanas de tratamiento con importantes efectos adversos asociados.

    La intención paliativa no pretende la erradicación completa de la enfermedad tumoral, sino que busca el control sintomático del paciente y la mejora de su calidad de vida. Habitualmente se requiere solo la irradiación en determinadas áreas corporales, dependiendo de la sintomatología de la paciente provocada por el tumor primario o sus afectaciones a distancia. En este caso la necesidad de dosis es menor, entre 8 y 30 Gy y puede administrarse en menor tiempo, incluso en una única sesión, minimizando así los efectos adversos asociados.

    Para el diseño de la radioterapia paliativa debemos, por un lado discernir cuál es la sintomatología que ha desarrollado el paciente y la repercusión en su vida basal (por ejemplo, dolor, impotencia funcional, hemorragia, etc.), descartar que la causa de esa sintomatología sea diferente al tumor de base, localizar la región anatómica donde se origina la sintomatología, proporcionar una correcta información de paciente y familiares y por último una adecuada planificación de la radioterapia en el esquema que otorgue mayor beneficio en el menor tiempo posible al paciente.

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