Fisterra

    Persona mayor frágil: detección y manejo en atención primaria

    ¿De qué hablamos?


    La funcionalidad, capacidad que tienen las personas para desenvolverse y realizar autónomamente actividades de la vida diaria (AVD), viene condicionada por la capacidad intrínseca (capacidades físicas y mentales de la persona mayor) y por el entorno, que facilita o dificulta el mantenimiento de la función cuando existen limitaciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La fragilidad se considera un estado entre la robustez y la discapacidad (Martin-Lesende I, 2025). La fragilidad y funcionalidad están íntimamente relacionadas, siendo la pérdida de función de los órganos y sistemas de nuestro cuerpo la principal causa de la fragilidad, y la pérdida de función para realizar las AVD también la principal consecuencia de la fragilidad, compartiendo ambas entidades causas, enfoques e intervenciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La OMS define la fragilidad como un deterioro progresivo, relacionado con la edad, de los sistemas corporales que provoca una disminución de la reserva fisiológica y capacidad intrínseca, lo que confiere mayor vulnerabilidad a los factores de estrés y aumenta el riesgo de resultados sanitarios adversos: caídas (odds ratio, OR, 1,7), hospitalizaciones (OR 1,9), complicaciones tras procesos agudos o cirugías, discapacidad/dependencia (OR- 2,8), institucionalización (OR 5,8) y muerte (OR 2). El déficit funcional y fragilidad son mejores predictores de resultados negativos en salud que la comorbilidad (Ministerio de Sanidad, 2022).

    La prevalencia estimada de fragilidad a nivel poblacional global en España en personas ≥65 años es del 18% (IC95% 15-21%), siendo menor a nivel comunitario 12% (10-15%) y mucho mayor en ámbito no comunitario-residencial 45% (27-63%) (Ministerio de Sanidad, 2022). Más común a mayor edad en mujeres y grupos de menor nivel educativo o ingresos bajos.

    Se acepta una etiopatogenia de la fragilidad multicausal y multidimensional donde la interacción de factores biológicos, enfermedades crónicas, inflamación y factores psicosociales (aislamiento social, depresión, bajo apoyo social y desigualdad socioeconómica) modulan su progresión y reversibilidad (ver figura 1). Desde el punto de vista biológico intervienen diversos órganos y sistemas (nervioso, endocrino, inmunitario, musculoesquelético). Hay una inflamación crónica de bajo grado mediada por citocinas proinflamatorias (interleucina-6, interleucina-1, TNF-alfa, proteína C reactiva), una disfunción mitocondrial (daño oxidativo), senescencia celular y un descenso de hormonas anabólicas (testosterona, GH) con incremento de cortisol; con una alteración de vías de señalización metabólica (mTOR, AMPK, sirtuinas). Este proceso, con la interacción y aceleración por otros condicionantes (inactividad física, malnutrición, comorbilidad, déficits funcionales y cognitivos) resulta en una disminución de la reserva fisiológica y homeostasis, y mayor vulnerabilidad a estresores. Todo ello contribuye a la pérdida de masa y fuerza muscular (sarcopenia), debilidad, fatiga, lentitud, inactividad física y pérdida de peso involuntaria, que son los componentes del fenotipo de fragilidad descrito por Fried (Kim DH, 2024).

    Figura 1
    Etiopatogenia de la fragilidad (Fuente: elaboración propia. Reproducida con permiso del autor).

    La fragilidad se puede detectar precozmente y es potencialmente evitable, reversible y de curso modificable, ofreciendo la oportunidad para intervenciones preventivas, acorde a la estrategia sanitaria prioritaria de promover un envejecimiento activo aumentando la “esperanza de vida libre de discapacidad”.

    ¿Cómo se diagnostica?

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    ¿Cómo se trata?

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    ¿Existen herramientas/recursos que faciliten la implementación de las intervenciones en fragilidad en AP?

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autores

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Persona mayor frágil: detección y manejo en atención primaria

    Fecha de revisión: 05/08/2025
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    La funcionalidad, capacidad que tienen las personas para desenvolverse y realizar autónomamente actividades de la vida diaria (AVD), viene condicionada por la capacidad intrínseca (capacidades físicas y mentales de la persona mayor) y por el entorno, que facilita o dificulta el mantenimiento de la función cuando existen limitaciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La fragilidad se considera un estado entre la robustez y la discapacidad (Martin-Lesende I, 2025). La fragilidad y funcionalidad están íntimamente relacionadas, siendo la pérdida de función de los órganos y sistemas de nuestro cuerpo la principal causa de la fragilidad, y la pérdida de función para realizar las AVD también la principal consecuencia de la fragilidad, compartiendo ambas entidades causas, enfoques e intervenciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La OMS define la fragilidad como un deterioro progresivo, relacionado con la edad, de los sistemas corporales que provoca una disminución de la reserva fisiológica y capacidad intrínseca, lo que confiere mayor vulnerabilidad a los factores de estrés y aumenta el riesgo de resultados sanitarios adversos: caídas (odds ratio, OR, 1,7), hospitalizaciones (OR 1,9), complicaciones tras procesos agudos o cirugías, discapacidad/dependencia (OR- 2,8), institucionalización (OR 5,8) y muerte (OR 2). El déficit funcional y fragilidad son mejores predictores de resultados negativos en salud que la comorbilidad (Ministerio de Sanidad, 2022).

    La prevalencia estimada de fragilidad a nivel poblacional global en España en personas ≥65 años es del 18% (IC95% 15-21%), siendo menor a nivel comunitario 12% (10-15%) y mucho mayor en ámbito no comunitario-residencial 45% (27-63%) (Ministerio de Sanidad, 2022). Más común a mayor edad en mujeres y grupos de menor nivel educativo o ingresos bajos.

    Se acepta una etiopatogenia de la fragilidad multicausal y multidimensional donde la interacción de factores biológicos, enfermedades crónicas, inflamación y factores psicosociales (aislamiento social, depresión, bajo apoyo social y desigualdad socioeconómica) modulan su progresión y reversibilidad (ver figura 1). Desde el punto de vista biológico intervienen diversos órganos y sistemas (nervioso, endocrino, inmunitario, musculoesquelético). Hay una inflamación crónica de bajo grado mediada por citocinas proinflamatorias (interleucina-6, interleucina-1, TNF-alfa, proteína C reactiva), una disfunción mitocondrial (daño oxidativo), senescencia celular y un descenso de hormonas anabólicas (testosterona, GH) con incremento de cortisol; con una alteración de vías de señalización metabólica (mTOR, AMPK, sirtuinas). Este proceso, con la interacción y aceleración por otros condicionantes (inactividad física, malnutrición, comorbilidad, déficits funcionales y cognitivos) resulta en una disminución de la reserva fisiológica y homeostasis, y mayor vulnerabilidad a estresores. Todo ello contribuye a la pérdida de masa y fuerza muscular (sarcopenia), debilidad, fatiga, lentitud, inactividad física y pérdida de peso involuntaria, que son los componentes del fenotipo de fragilidad descrito por Fried (Kim DH, 2024).

    Figura 1
    Etiopatogenia de la fragilidad (Fuente: elaboración propia. Reproducida con permiso del autor).

    La fragilidad se puede detectar precozmente y es potencialmente evitable, reversible y de curso modificable, ofreciendo la oportunidad para intervenciones preventivas, acorde a la estrategia sanitaria prioritaria de promover un envejecimiento activo aumentando la “esperanza de vida libre de discapacidad”.

    ¿Cómo se diagnostica?

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    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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    Fecha de revisión: 05/08/2025

    ¿De qué hablamos?


    La funcionalidad, capacidad que tienen las personas para desenvolverse y realizar autónomamente actividades de la vida diaria (AVD), viene condicionada por la capacidad intrínseca (capacidades físicas y mentales de la persona mayor) y por el entorno, que facilita o dificulta el mantenimiento de la función cuando existen limitaciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La fragilidad se considera un estado entre la robustez y la discapacidad (Martin-Lesende I, 2025). La fragilidad y funcionalidad están íntimamente relacionadas, siendo la pérdida de función de los órganos y sistemas de nuestro cuerpo la principal causa de la fragilidad, y la pérdida de función para realizar las AVD también la principal consecuencia de la fragilidad, compartiendo ambas entidades causas, enfoques e intervenciones (Martin-Lesende I, 2025).

    La OMS define la fragilidad como un deterioro progresivo, relacionado con la edad, de los sistemas corporales que provoca una disminución de la reserva fisiológica y capacidad intrínseca, lo que confiere mayor vulnerabilidad a los factores de estrés y aumenta el riesgo de resultados sanitarios adversos: caídas (odds ratio, OR, 1,7), hospitalizaciones (OR 1,9), complicaciones tras procesos agudos o cirugías, discapacidad/dependencia (OR- 2,8), institucionalización (OR 5,8) y muerte (OR 2). El déficit funcional y fragilidad son mejores predictores de resultados negativos en salud que la comorbilidad (Ministerio de Sanidad, 2022).

    La prevalencia estimada de fragilidad a nivel poblacional global en España en personas ≥65 años es del 18% (IC95% 15-21%), siendo menor a nivel comunitario 12% (10-15%) y mucho mayor en ámbito no comunitario-residencial 45% (27-63%) (Ministerio de Sanidad, 2022). Más común a mayor edad en mujeres y grupos de menor nivel educativo o ingresos bajos.

    Se acepta una etiopatogenia de la fragilidad multicausal y multidimensional donde la interacción de factores biológicos, enfermedades crónicas, inflamación y factores psicosociales (aislamiento social, depresión, bajo apoyo social y desigualdad socioeconómica) modulan su progresión y reversibilidad (ver figura 1). Desde el punto de vista biológico intervienen diversos órganos y sistemas (nervioso, endocrino, inmunitario, musculoesquelético). Hay una inflamación crónica de bajo grado mediada por citocinas proinflamatorias (interleucina-6, interleucina-1, TNF-alfa, proteína C reactiva), una disfunción mitocondrial (daño oxidativo), senescencia celular y un descenso de hormonas anabólicas (testosterona, GH) con incremento de cortisol; con una alteración de vías de señalización metabólica (mTOR, AMPK, sirtuinas). Este proceso, con la interacción y aceleración por otros condicionantes (inactividad física, malnutrición, comorbilidad, déficits funcionales y cognitivos) resulta en una disminución de la reserva fisiológica y homeostasis, y mayor vulnerabilidad a estresores. Todo ello contribuye a la pérdida de masa y fuerza muscular (sarcopenia), debilidad, fatiga, lentitud, inactividad física y pérdida de peso involuntaria, que son los componentes del fenotipo de fragilidad descrito por Fried (Kim DH, 2024).

    Figura 1
    Etiopatogenia de la fragilidad (Fuente: elaboración propia. Reproducida con permiso del autor).

    La fragilidad se puede detectar precozmente y es potencialmente evitable, reversible y de curso modificable, ofreciendo la oportunidad para intervenciones preventivas, acorde a la estrategia sanitaria prioritaria de promover un envejecimiento activo aumentando la “esperanza de vida libre de discapacidad”.

    ¿Cómo se diagnostica?

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
    © Descargado el 24/12/2025 9:36:24 Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright © . Elsevier Inc. Todos los derechos reservados.