Fisterra

    Linfogranuloma venéreo

    ¿De qué hablamos?


    Es una infección prolongada del sistema linfático, producida por uno de los 3 serotipos invasivos L1, L2 o L3 de la bacteria Chlamydia trachomatis, que se diseminan a través de contacto sexual. Es poco frecuente, aunque su prevalencia está aumentando en diferentes partes del mundo, incluido España (Úbeda AC, 2016). Generalmente importada de países endémicos (India y algunas regiones de África y el Caribe).

    La enfermedad se detecta en un 99% en varones homosexuales (Stoner BP, 2015), sobre todo en pacientes VIH+, a través de la variante L2b (Vries HJC, 2015), aunque, raramente, puede producirse la transmisión heterosexual. La infección rectal asintomática es la fuente probable del progreso en la transmisión de la enfermedad (Vries HJC, 2015).

    Manifestaciones clínicas habituales

    La infección se desarrolla en tres fases (Nwokolo NC, 2016):

    1. Fase primaria: se trata de una pápula, pústula o úlcera herpetiforme, ligeramente dolorosa, en la mucosa genital o piel adyacente, que aparece entre 3 y 30 días después del contacto. Es autolimitada (dura alrededor de una semana) y cura espontáneamente, sin dejar cicatriz. A menudo es asintomática, por lo que puede pasar desapercibida y estar ausente en el momento de la consulta. En esta fase se puede producir secreción mucopurulenta uretral, cervical o rectal, dependiendo del lugar de inoculación. También puede existir afectación faríngea, con aparición de adenopatías abscesificadas.
      La forma más común de presentación es la de una proctitis o proctocolitis, con proctalgia, tenesmo, estreñimiento, secreción mucopurulenta y sangrado, fundamentalmente en un varón homosexual. Se puede confundir con una enfermedad inflamatoria intestinal (Stoner BP, 2015).
    2. Fase secundaria (ganglionar o inguinal): se produce de 2 a 6 semanas tras la lesión inicial y se caracteriza por la aparición de linfadenopatía inguinal unilateral, y pueden asociarse síntomas generales, como fiebre, cefalea y artromialgias. Los ganglios afectados son aquellos que drenan el territorio en el que se produjo la lesión inicial: si se localiza en genitales externos, afectará a los ganglios inguinales, si la infección inicial se localiza en recto o regiones vaginales profundas, afectará a ganglios perirrectales, intra-abdominales o retroperitoneales, pudiendo producir dolor hipogástrico, lumbalgia y estreñimiento por obstrucción, llegando incluso al megacolon. Por confluencia, pueden llegar a formarse bubones, que pueden fistulizar durante semanas o meses.
    3. Fase terciaria (síndrome ano-genito-rectal): las complicaciones incluyen el estiómero, que es una lesión ulcerosa crónica granulomatosa con aumento del tamaño de los genitales externos, pudiéndose producir elefantiasis genital por obstrucción linfática. En mujeres puede conducir a una enfermedad crónica ulcerativa de genitales externos o también a un síndrome de “pelvis congelada”. Asimismo puede producirse una inflamación crónica abscesificante y fistulizante en la región de los ganglios linfáticos anorrectales, que puede confundirse con la enfermedad de Crohn.

    ¿Cómo se diagnostica?

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    ¿Cómo se trata?

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autores

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Linfogranuloma venéreo

    Fecha de revisión: 03/12/2017
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    Es una infección prolongada del sistema linfático, producida por uno de los 3 serotipos invasivos L1, L2 o L3 de la bacteria Chlamydia trachomatis, que se diseminan a través de contacto sexual. Es poco frecuente, aunque su prevalencia está aumentando en diferentes partes del mundo, incluido España (Úbeda AC, 2016). Generalmente importada de países endémicos (India y algunas regiones de África y el Caribe).

    La enfermedad se detecta en un 99% en varones homosexuales (Stoner BP, 2015), sobre todo en pacientes VIH+, a través de la variante L2b (Vries HJC, 2015), aunque, raramente, puede producirse la transmisión heterosexual. La infección rectal asintomática es la fuente probable del progreso en la transmisión de la enfermedad (Vries HJC, 2015).

    Manifestaciones clínicas habituales

    La infección se desarrolla en tres fases (Nwokolo NC, 2016):

    1. Fase primaria: se trata de una pápula, pústula o úlcera herpetiforme, ligeramente dolorosa, en la mucosa genital o piel adyacente, que aparece entre 3 y 30 días después del contacto. Es autolimitada (dura alrededor de una semana) y cura espontáneamente, sin dejar cicatriz. A menudo es asintomática, por lo que puede pasar desapercibida y estar ausente en el momento de la consulta. En esta fase se puede producir secreción mucopurulenta uretral, cervical o rectal, dependiendo del lugar de inoculación. También puede existir afectación faríngea, con aparición de adenopatías abscesificadas.
      La forma más común de presentación es la de una proctitis o proctocolitis, con proctalgia, tenesmo, estreñimiento, secreción mucopurulenta y sangrado, fundamentalmente en un varón homosexual. Se puede confundir con una enfermedad inflamatoria intestinal (Stoner BP, 2015).
    2. Fase secundaria (ganglionar o inguinal): se produce de 2 a 6 semanas tras la lesión inicial y se caracteriza por la aparición de linfadenopatía inguinal unilateral, y pueden asociarse síntomas generales, como fiebre, cefalea y artromialgias. Los ganglios afectados son aquellos que drenan el territorio en el que se produjo la lesión inicial: si se localiza en genitales externos, afectará a los ganglios inguinales, si la infección inicial se localiza en recto o regiones vaginales profundas, afectará a ganglios perirrectales, intra-abdominales o retroperitoneales, pudiendo producir dolor hipogástrico, lumbalgia y estreñimiento por obstrucción, llegando incluso al megacolon. Por confluencia, pueden llegar a formarse bubones, que pueden fistulizar durante semanas o meses.
    3. Fase terciaria (síndrome ano-genito-rectal): las complicaciones incluyen el estiómero, que es una lesión ulcerosa crónica granulomatosa con aumento del tamaño de los genitales externos, pudiéndose producir elefantiasis genital por obstrucción linfática. En mujeres puede conducir a una enfermedad crónica ulcerativa de genitales externos o también a un síndrome de “pelvis congelada”. Asimismo puede producirse una inflamación crónica abscesificante y fistulizante en la región de los ganglios linfáticos anorrectales, que puede confundirse con la enfermedad de Crohn.

    ¿Cómo se diagnostica?

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    ¿Cómo se trata?

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Linfogranuloma venéreo

    Fecha de revisión: 03/12/2017

    ¿De qué hablamos?


    Es una infección prolongada del sistema linfático, producida por uno de los 3 serotipos invasivos L1, L2 o L3 de la bacteria Chlamydia trachomatis, que se diseminan a través de contacto sexual. Es poco frecuente, aunque su prevalencia está aumentando en diferentes partes del mundo, incluido España (Úbeda AC, 2016). Generalmente importada de países endémicos (India y algunas regiones de África y el Caribe).

    La enfermedad se detecta en un 99% en varones homosexuales (Stoner BP, 2015), sobre todo en pacientes VIH+, a través de la variante L2b (Vries HJC, 2015), aunque, raramente, puede producirse la transmisión heterosexual. La infección rectal asintomática es la fuente probable del progreso en la transmisión de la enfermedad (Vries HJC, 2015).

    Manifestaciones clínicas habituales

    La infección se desarrolla en tres fases (Nwokolo NC, 2016):

    1. Fase primaria: se trata de una pápula, pústula o úlcera herpetiforme, ligeramente dolorosa, en la mucosa genital o piel adyacente, que aparece entre 3 y 30 días después del contacto. Es autolimitada (dura alrededor de una semana) y cura espontáneamente, sin dejar cicatriz. A menudo es asintomática, por lo que puede pasar desapercibida y estar ausente en el momento de la consulta. En esta fase se puede producir secreción mucopurulenta uretral, cervical o rectal, dependiendo del lugar de inoculación. También puede existir afectación faríngea, con aparición de adenopatías abscesificadas.
      La forma más común de presentación es la de una proctitis o proctocolitis, con proctalgia, tenesmo, estreñimiento, secreción mucopurulenta y sangrado, fundamentalmente en un varón homosexual. Se puede confundir con una enfermedad inflamatoria intestinal (Stoner BP, 2015).
    2. Fase secundaria (ganglionar o inguinal): se produce de 2 a 6 semanas tras la lesión inicial y se caracteriza por la aparición de linfadenopatía inguinal unilateral, y pueden asociarse síntomas generales, como fiebre, cefalea y artromialgias. Los ganglios afectados son aquellos que drenan el territorio en el que se produjo la lesión inicial: si se localiza en genitales externos, afectará a los ganglios inguinales, si la infección inicial se localiza en recto o regiones vaginales profundas, afectará a ganglios perirrectales, intra-abdominales o retroperitoneales, pudiendo producir dolor hipogástrico, lumbalgia y estreñimiento por obstrucción, llegando incluso al megacolon. Por confluencia, pueden llegar a formarse bubones, que pueden fistulizar durante semanas o meses.
    3. Fase terciaria (síndrome ano-genito-rectal): las complicaciones incluyen el estiómero, que es una lesión ulcerosa crónica granulomatosa con aumento del tamaño de los genitales externos, pudiéndose producir elefantiasis genital por obstrucción linfática. En mujeres puede conducir a una enfermedad crónica ulcerativa de genitales externos o también a un síndrome de “pelvis congelada”. Asimismo puede producirse una inflamación crónica abscesificante y fistulizante en la región de los ganglios linfáticos anorrectales, que puede confundirse con la enfermedad de Crohn.

    ¿Cómo se diagnostica?

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