Conjuntivitis en la infancia
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¿De qué hablamos?
La conjuntiva es la membrana mucosa que cubre la superficie interna de los párpados y la superficie del globo ocular hasta el limbo (unión de la esclera y de la cornea) constituyendo la primera barrera inmunológica efectiva del ojo frente a agentes biológicos y cuerpos extraños. La inflamación de la misma se denomina conjuntivitis. Cuando también está implicada la superficie corneal hablamos de queratoconjuntivitis. La agresión a la conjuntiva produce vasodilatación, aumento de la permeabilidad vascular e infiltrado inflamatorio, dando lugar a hiperemia y edema.
Su prevalencia es significativa y produce múltiples consultas en atención primaria y urgencias hospitalarias, siendo causa importante de absentismo escolar.
Puede ser primaria o bien secundaria a una enfermedad sistémica, siendo la primera causa de ojo rojo en la infancia. La mayoría de las conjuntivitis son autolimitadas, pero no debemos olvidar que en algunas ocasiones pueden ocurrir complicaciones graves tanto a nivel ocular como extraocular.
Según la etiología se clasifican en:
1. Conjuntivitis infecciosa: los agentes más frecuentes son los virus, las bacterias, las Chlamydias y mucho menos frecuentes los parásitos y los hongos.
- Bacteriana: más frecuentes en la infancia (Jacobs D, 2015). Los patógenos más habituales son Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae tipo b y no tipable, Staphylococcus aureus (más frecuente en adultos y productor de cojuntivitis crónicas), y Moraxella catarrhalis (Patel PB, 2007). Las infecciones por gram negativos son más frecuentes en los portadores de lentes de contacto. La obstrucción del conducto lacrimal es un factor favorecedor en el lactante.
- Vírica: es la causa más frecuente de conjuntivitis infecciosas agudas en niños mayores y adultos. El más frecuente es el adenovirus (Jhanji V, 2015), pudiendo ocurrir de forma esporádica o bien en brotes epidémicos. Puede causar fiebre faringoconjuntival y queratoconjuntivitis epidémica. Otros virus que pueden producir conjuntivitis son el herpes simple, picornavirus, virus varicela-zóster, poxvirus (molluscum contagiosum) (Barnes S, 2010). Los enterovirus-70 pueden producir una conjuntivitis hemorrágica.
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Chlamydia: es la principal causa infecciosa de ceguera en el mundo. Constituye la principal causa, junto con Neisseria gonorrhoeae, de oftalmia neonatorum en los países desarrollados (conjuntivitis en el primer mes de vida adquirida por la exposición a secreciones cervicovaginales infectadas durante el parto. Puede asociarse con infección a otros niveles: pulmonar, nasofaríngeo o genital).
Ya que suele ser una infección de transmisión sexual, es poco frecuente en la infancia. En adolescentes debe ser sospechada en los casos de conjuntivitis foliculares que se cronifican y que no responden a la terapia convencional. Es bastante habitual que sean unioculares.
En el adulto puede producir una conjuntivitis folicular crónica, de inicio agudo o subagudo, que se asocia a manifestaciones sistémicas, tales como infección genital, urinaria o del tracto respiratorio y que puede persistir si no se pone tratamiento. - Parasitaria: producida en la mayoría de los casos por Pthirus pubis, causa poco frecuente de blefaroconjuntivis. En niños se nos plantea además un importante reto médico-legal ya que puede tratarse de un caso de abuso sexual.
- Fúngica: no es habitual. Las producidas por Candida albicans casi siempre se acompañan de infección palpebral o bucal.
2. Conjuntivitis no infecciosa:
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Alérgicas: causada por alérgenos ambientales que contactan con la superficie ocular y mediante inmunoglobulinas E causan degranulación de mastocitos y liberación de mediadores de la inflamación. Hay varios tipos:
- Rinoconjuntivitis alérgica o conjuntivitis alérgica estacional: es la forma más frecuente (Leonardi A, 2015). Los pacientes habitualmente tienen una historia de otras enfermedades atópicas como eccema, asma o con mayor frecuencia rinitis. La más habitual es la estacional, con síntomas recurrentes en primavera y verano. La conjuntivitis perenne empeora más en otoño.
- Queratoconjuntivitis vernal: es una forma relativamente grave de conjuntivitis alérgica. Se caracteriza por la presencia de papilas mayores de 1 mm de diámetro en la conjuntiva tarsal superior, con aspecto en empedrado. También pueden aparecer papilas en el limbo corneo-escleral y úlceras corneales no infecciosas (úlceras en escudo). El 95% remiten al final de la adolescencia, aunque pueden desarrollar queratoconjuntivitis atópica.
- Queratoconjuntivitis atópica: es un trastorno inflamatorio crónico, con exacerbaciones, de la superficie ocular que afecta a niños de mayor edad con dermatitis atópica. Es la forma más grave de conjuntivitis alérgica debido a las lesiones que puede sufrir la cornea; debe ser tratada convenientemente y en caso de duda o de síntomas de queratitis, se debe remitir al oftalmólogo pues requiere tratamiento a largo plazo para evitar complicaciones oculares que pueden dar lugar a la pérdida de la visión. A diferencia de la queratoconjuntivitis vernal, no suele mejorar en la adolescencia.
- Conjuntivitis papilar gigante: síndrome inflamatorio no infeccioso de la superficie ocular que para su aparición es necesario un estímulo mecánico (que suele ser el empleo de lentes de contacto), pero que en su desarrollo también interviene un mecanismo inmunitario. Se caracteriza por la presencia de papilas gigantes en la conjuntiva tarsal superior. Clínicamente es similar a la conjuntivitis vernal, pero con síntomas más leves. Es la primera causa de intolerancia a lentillas en nuestro medio. En fases precoces, y bien tratada por el oftalmólogo, puede ser controlada en el 70-80% de los casos.
- Mecánica o irritativa: tras contacto con un cuerpo extraño, agente químico, o bien por ojo seco, puede presentarse enrojecimiento conjuntival y secreción. Menos frecuentes en niños.
- Blefaroconjuntivitis: en niños con blefaritis, es muy frecuente la aparición de una conjuntivitis aguda secundaria, que suele ser recidivante. Son signos típicos la costra crónica en el borde palpebral. El antecedente de blefaritis y la exploración suelen facilitar el diagnóstico (Hammersmith KM, 2015).
¿Cómo se diagnostica?
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¿Cómo se trata?
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Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.