¿De qué hablamos?
Cierto grado de ansiedad está presente en muchos momentos de la vida cotidiana de la gran mayoría de las personas. Dentro de unos límites de cualidad e intensidad, la ansiedad contribuye a un adecuado estado de alerta y permite mejorar el rendimiento, sin que pueda ser considerada patológica. La ansiedad, cuando no es excesiva, presenta aspectos positivos, ya que estimula el aprendizaje y el desempeño de las labores.
Sin embargo, cuando rebasa cierto margen, lleva a una evidente vivencia subjetiva de malestar, y repercute negativamente en el rendimiento global de la persona. Puede además asociarse con otros síntomas, tales como síntomas de hiperestimulación simpática (palpitaciones, aumento de frecuencia respiratoria, sudoración, etc.), aprensión (síntomas hipocondríacos), temores diversos (síntomas fóbicos), pensamientos o actos repetitivos (síntomas obsesivo-compulsivos), o síntomas somáticos (síntomas conversivos y de somatización), entre los más frecuentes. Son en conjunto los trastornos de ansiedad, y entre ellos está el Trastorno por Ansiedad Generalizada (TAG), cuando la propia ansiedad es el síntoma principal y predomina sobre otros síntomas.
Debido a la presencia de síntomas como los de somatización, es frecuente que estos pacientes acudan a su médico de cabecera o a especialistas médicos no psiquiatras preocupados por su malestar, pensando que tienen una enfermedad orgánica grave o están en riesgo de desarrollarla.
Criterios DSM-5 para el diagnóstico de F41.1 Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) (300.02):
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Ansiedad y preocupación excesivas (expectación aprensiva) sobre una gran cantidad de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), que se prolongan más de 6 meses.
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Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación.
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La ansiedad y preocupación se asocian a tres (o más) de los seis síntomas siguientes (en los niños sólo se requiere uno de ellos), algunos de los cuales han persistido más de 6 meses:
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Inquietud o impaciencia.
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Fatigabilidad fácil.
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Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco.
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Irritabilidad.
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Tensión muscular.
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Alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador).
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El centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de un trastorno; por ejemplo, la ansiedad o preocupación no hacen referencia a la posibilidad de presentar una crisis de angustia (como en el trastorno de angustia), pasarlo mal en público (como en la fobia social), contraer una enfermedad (como en el trastorno obsesivo-compulsivo), estar lejos de casa o de los seres queridos (como en el trastorno de ansiedad por separación), engordar (como en la anorexia nerviosa), tener quejas de múltiples síntomas físicos (como en el trastorno de somatización) o padecer una enfermedad grave (como en la hipocondría), y la ansiedad y la preocupación no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático.
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La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
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Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (por ejemplo: drogas, fármacos) o a una enfermedad médica (por ejemplo: hipertiroidismo) y no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.
El TAG es la modalidad de trastorno de ansiedad más frecuente en atención primaria. Su prevalencia se sitúa en torno al 1% de la población general, es más frecuente en el sexo femenino (2:1)(Gale CK, 2011) y su momento de aparición suele ser la edad adulta temprana. Su curso suele ser variable, pero en general tiende a ser fluctuante y crónico, con fases de mejoría y otras de empeoramiento que generalmente se relacionan con situaciones de estrés ambiental.
Además del propio síndrome de TAG, debemos considerar también las complicaciones derivadas de la patología ansiosa no tratada o que es reconocida de forma tardía. El paciente ansioso puede buscar mejoría sintomática en el alcohol y otras sustancias, y no es raro el abuso de éstas. Tampoco es extraño que la ansiedad crónica provoque en el paciente una desmoralización que puede dar lugar a la coexistencia de síntomas depresivos.
La detección precoz de los trastornos ansiosos y su tratamiento apropiado no solo pueden evitar estas complicaciones al enfermo, sino también economizar recursos sanitarios consumidos innecesariamente.
Es fundamental recordar que, para llegar a un diagnóstico correcto, hay que hacer una buena historia clínica, que oriente el diagnóstico diferencial tanto de patologías orgánicas subyacentes, como diferentes cuadros psiquiátricos donde la ansiedad es un síntoma relevante (trastorno por ansiedad generalizada, trastornos fóbicos, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno hipocondríaco, etc.) así como el diagnóstico de patologías comórbidas (síndrome depresivo, abuso de alcohol u otros tóxicos, etc.).
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Autores
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Carlos Castro Dono |
Médico Especialista en Psiquiatría |
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Jesús Alberdi Sudupe |
Médico Especialista en Psiquiatría |
Complexo Hospitalario Universitario A Coruña. Servicio Galego de Saúde. A Coruña. España. |
Conflicto de intereses: No disponible.