Fisterra

    Agonía

    ¿Qué es la agonía?


    La agonía, también llamada “situación de los últimos días” es el estado que precede a la muerte y que aparece en la fase final de muchas enfermedades. Su inicio suele ser insidioso, aunque reconocible. Habitualmente su duración es inferior a una semana, por término medio 2-3 días. Constituye una etapa dura y delicada que requiere una atención especial (Porta J, 2013).

    La proximidad de la muerte se hace evidente y surgen nuevas necesidades tanto para el paciente como para su familia. Su atención inadecuada puede arruinar el trabajo de etapas anteriores a pesar de haber existido un buen control de síntomas, una buena comunicación y un adecuado apoyo psicosocial, y puede llegar a tener consecuencias negativas en la elaboración del duelo.

    Es importante saber reconocer esta fase de la enfermedad que, en términos generales, se caracteriza por un deterioro importante del estado general, agravamiento de los síntomas y dependencia absoluta del paciente para todos los cuidados. Su reconocimiento permite ajustar el pronóstico con respecto a la muerte, lo que es importante para el paciente, familia e incluso para el equipo sanitario, con ello se tienen expectativas más realistas y la oportunidad de planificar la atención al final de la vida. Por el contrario, el reconocimiento tardío de la muerte da como resultado un manejo deficiente de los síntomas y una atención psicosocial y espiritual subóptima para los pacientes y sus familias (Steinhauser KE, 2000; Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre atención paliativa al adulto en situación de últimos días, 2021).

    Los síntomas más frecuentes son: debilidad, escaso apetito, boca seca, dolor, disnea, inquietud y agitación. Según se acerca la muerte se añade encamamiento, disminución de la capacidad funcional y del nivel de conciencia, indiferencia a los alimentos y líquidos, disfagia, dificultad para la administración oral de fármacos, disminución de la producción de orina, incontinencia de esfínteres, caída del surco nasolabial y presencia de estertores (Nauck F, 2000; Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Cuidados Paliativos, 2008; Ruegger J, 2015).

    Además de la sintomatología también disponemos de escalas que sirven de ayuda para la predicción del pronóstico al final de la vida. Las más utilizadas son PPS (Palliative Performance Scale) y ECOG (Eastern Cooperative Oncology Group), que evalúan la capacidad funcional. Más específica para valoración pronóstica de supervivencia es PPI (Palliative Prognostic Index), que integra PPS, ingesta oral, edemas, disnea en reposo y delirium, y que es capaz de predecir la supervivencia a las 3 y 6 semanas (Subramaniam S, 2015; Baik D, 2018).

    Al igual que en etapas anteriores de la enfermedad nuestro objetivo será potenciar el bienestar del paciente para que muera en condiciones de dignidad y apoyar a los familiares y cuidadores.

    ¿Qué medidas generales pueden ser útiles?

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    Control de síntomas

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    Atención a la familia

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    Bibliografía

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    Más en la red

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    Autora

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    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Agonía

    Fecha de revisión: 23/05/2022
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿Qué es la agonía?


    La agonía, también llamada “situación de los últimos días” es el estado que precede a la muerte y que aparece en la fase final de muchas enfermedades. Su inicio suele ser insidioso, aunque reconocible. Habitualmente su duración es inferior a una semana, por término medio 2-3 días. Constituye una etapa dura y delicada que requiere una atención especial (Porta J, 2013).

    La proximidad de la muerte se hace evidente y surgen nuevas necesidades tanto para el paciente como para su familia. Su atención inadecuada puede arruinar el trabajo de etapas anteriores a pesar de haber existido un buen control de síntomas, una buena comunicación y un adecuado apoyo psicosocial, y puede llegar a tener consecuencias negativas en la elaboración del duelo.

    Es importante saber reconocer esta fase de la enfermedad que, en términos generales, se caracteriza por un deterioro importante del estado general, agravamiento de los síntomas y dependencia absoluta del paciente para todos los cuidados. Su reconocimiento permite ajustar el pronóstico con respecto a la muerte, lo que es importante para el paciente, familia e incluso para el equipo sanitario, con ello se tienen expectativas más realistas y la oportunidad de planificar la atención al final de la vida. Por el contrario, el reconocimiento tardío de la muerte da como resultado un manejo deficiente de los síntomas y una atención psicosocial y espiritual subóptima para los pacientes y sus familias (Steinhauser KE, 2000; Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre atención paliativa al adulto en situación de últimos días, 2021).

    Los síntomas más frecuentes son: debilidad, escaso apetito, boca seca, dolor, disnea, inquietud y agitación. Según se acerca la muerte se añade encamamiento, disminución de la capacidad funcional y del nivel de conciencia, indiferencia a los alimentos y líquidos, disfagia, dificultad para la administración oral de fármacos, disminución de la producción de orina, incontinencia de esfínteres, caída del surco nasolabial y presencia de estertores (Nauck F, 2000; Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Cuidados Paliativos, 2008; Ruegger J, 2015).

    Además de la sintomatología también disponemos de escalas que sirven de ayuda para la predicción del pronóstico al final de la vida. Las más utilizadas son PPS (Palliative Performance Scale) y ECOG (Eastern Cooperative Oncology Group), que evalúan la capacidad funcional. Más específica para valoración pronóstica de supervivencia es PPI (Palliative Prognostic Index), que integra PPS, ingesta oral, edemas, disnea en reposo y delirium, y que es capaz de predecir la supervivencia a las 3 y 6 semanas (Subramaniam S, 2015; Baik D, 2018).

    Al igual que en etapas anteriores de la enfermedad nuestro objetivo será potenciar el bienestar del paciente para que muera en condiciones de dignidad y apoyar a los familiares y cuidadores.

    ¿Qué medidas generales pueden ser útiles?

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    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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    ¿Qué es la agonía?


    La agonía, también llamada “situación de los últimos días” es el estado que precede a la muerte y que aparece en la fase final de muchas enfermedades. Su inicio suele ser insidioso, aunque reconocible. Habitualmente su duración es inferior a una semana, por término medio 2-3 días. Constituye una etapa dura y delicada que requiere una atención especial (Porta J, 2013).

    La proximidad de la muerte se hace evidente y surgen nuevas necesidades tanto para el paciente como para su familia. Su atención inadecuada puede arruinar el trabajo de etapas anteriores a pesar de haber existido un buen control de síntomas, una buena comunicación y un adecuado apoyo psicosocial, y puede llegar a tener consecuencias negativas en la elaboración del duelo.

    Es importante saber reconocer esta fase de la enfermedad que, en términos generales, se caracteriza por un deterioro importante del estado general, agravamiento de los síntomas y dependencia absoluta del paciente para todos los cuidados. Su reconocimiento permite ajustar el pronóstico con respecto a la muerte, lo que es importante para el paciente, familia e incluso para el equipo sanitario, con ello se tienen expectativas más realistas y la oportunidad de planificar la atención al final de la vida. Por el contrario, el reconocimiento tardío de la muerte da como resultado un manejo deficiente de los síntomas y una atención psicosocial y espiritual subóptima para los pacientes y sus familias (Steinhauser KE, 2000; Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre atención paliativa al adulto en situación de últimos días, 2021).

    Los síntomas más frecuentes son: debilidad, escaso apetito, boca seca, dolor, disnea, inquietud y agitación. Según se acerca la muerte se añade encamamiento, disminución de la capacidad funcional y del nivel de conciencia, indiferencia a los alimentos y líquidos, disfagia, dificultad para la administración oral de fármacos, disminución de la producción de orina, incontinencia de esfínteres, caída del surco nasolabial y presencia de estertores (Nauck F, 2000; Grupo de Trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Cuidados Paliativos, 2008; Ruegger J, 2015).

    Además de la sintomatología también disponemos de escalas que sirven de ayuda para la predicción del pronóstico al final de la vida. Las más utilizadas son PPS (Palliative Performance Scale) y ECOG (Eastern Cooperative Oncology Group), que evalúan la capacidad funcional. Más específica para valoración pronóstica de supervivencia es PPI (Palliative Prognostic Index), que integra PPS, ingesta oral, edemas, disnea en reposo y delirium, y que es capaz de predecir la supervivencia a las 3 y 6 semanas (Subramaniam S, 2015; Baik D, 2018).

    Al igual que en etapas anteriores de la enfermedad nuestro objetivo será potenciar el bienestar del paciente para que muera en condiciones de dignidad y apoyar a los familiares y cuidadores.

    ¿Qué medidas generales pueden ser útiles?

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