Bajo el nombre de vasculitis se agrupa un conjunto muy diverso de enfermedades, en conjunto poco frecuentes, que tienen en común la inflamación de los vasos sanguíneos: arterias, venas y capilares. Decimos que es un grupo diverso porque las distintas vasculitis (se conocen al menos una docena de variantes) muestran grandes diferencias entre sí: algunas afectan únicamente a población infantil, otras solamente a personas mayores de 50 años; unas afectan solo a un órgano, mientras que otras afectan a múltiples órganos al mismo tiempo; unas se asocian con enfermedades autoinmunes, otras con enfermedades infecciosas; unas afectan solo a las grandes arterias de nuestro cuerpo, otras a diferentes tipos de vasos sanguíneos, etc.

Sin embargo, la característica común de todas ellas es la inflamación de los vasos sanguíneos. Esta inflamación produce debilidad de la pared, estiramiento, engrosamiento, hinchazón y cicatrices, lo que acaba produciendo el estrechamiento de los vasos y, por tanto, la limitación del aporte de sangre (isquemia), con lo que los órganos o tejidos pueden lesionarse gravemente. Si la circulación por el vaso sanguíneo se bloquea completamente, los tejidos a los que debería llegar la sangre acaban muriendo (infarto), lo que causa complicaciones graves e incluso mortales.

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