El vómito consiste en la expulsión oral enérgica y forzada del contenido gástrico y de la porción alta duodenal, asociada a la contracción de la musculatura de la pared abdominal y torácica y generalmente precedido de náuseas y acompañado de síntomas vegetativos (Vázquez Fernández ME, 2015).
Debe diferenciarse de la náusea, que se refiere generalmente a una sensación de malestar que puede preceder al vómito, pero puede estar presente incluso en un niño que no vomite.
El vómito también debe distinguirse de la regurgitación y de la rumiación o mericismo. En la regurgitación el alimento es devuelto a la boca sin esfuerzo ni actividad abdominal. La rumiación es un trastorno en el que el niño mastica y deglute el alimento que ha devuelto a la boca de forma voluntaria.
Los vómitos son una causa frecuente de consulta en pediatría tanto en atención primaria como en las urgencias hospitalarias, la mayoría de las veces en relación con cuadros benignos (gastroenteritis, cuadros catarrales banales, amigdalitis, otitis, infecciones urinarias), aunque en otras pueden ser reflejo de una enfermedad grave (neumonía, meningitis, obstrucción intestinal, cetoacidosis diabética, etc.).
En la práctica, cualquier enfermedad puede cursar con vómitos y a veces es el único síntoma, siendo lo más importante descartar causas graves que precisen un tratamiento urgente (De la Torre Espí M, 2010).
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