La tuberculosis (TB) es la infección de mayor prevalencia en el mundo. En España entre 10 y 15 millones de personas están infectadas. Sin embargo hemos de diferenciar entre dos conceptos diferentes: infección y enfermedad tuberculosa (Aguado JM, 2003).
La infección tuberculosa se produce cuando el sujeto entra en contacto con Mycobacterium tuberculosis, desencadenándose en su organismo una respuesta inmune. En la mayoría de los casos esta respuesta consigue detener la multiplicación de los bacilos y se controla la infección inicial, pero no destruye la totalidad de los mismos y algunos persisten en estado de latencia intracelularmente. Estas personas no presentan síntomas ni hallazgos en la exploración física sugestivos de enfermedad, pero están infectadas, y un 10% de ellas se enfrentan a un riesgo, durante toda su vida, de desarrollar la enfermedad. El estado de infección TB se diagnostica mediante la prueba de la tuberculina. Es importante saber que en este estado no se contagia la infección.
No podemos conocer qué personas desarrollarán la enfermedad, pero sí se conocen los factores de riesgo que pueden debilitar el sistema inmune y que las hacen más propensas a enfermar, como son la existencia de un contagio reciente, la infección por el VIH, algunas enfermedades crónicas debilitantes (diabetes etilismo, IRC, silicosis, desnutrición), o tratamientos inmunosupresores. La susceptibilidad para desarrollar enfermedad también está incrementada en los 5 primeros años de vida, pubertad, adolescencia y en la edad avanzada.
En un 5% de los pacientes que se infectan con Mycobacterium tuberculosis su sistema inmunitario será insuficiente para impedir el desarrollo de la enfermedad cuando se contagian y se producirá la denominada TB primaria. En otro 5% de los infectados, tras el paso de meses o años, se producirá la enfermedad por reactivación endógena, TB postprimaria.
La enfermedad tuberculosa viene definida por la presencia de síntomas y/o hallazgos en la exploración física y mediante pruebas complementarias sugestivas de enfermedad activa, y que serán variables en función de la localización de la enfermedad. Las localizaciones más frecuentes son: pulmonar, pleural, ganglionar, miliar, meníngea, osteo-articular, gastrointestinal, genitourinaria y otras.
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