Los trastornos del espectro autista (TEA) son un conjunto de alteraciones neurológicas que afectan al desarrollo infantil (Tonge BJ, 2014).
Se denomina espectro o continuo de trastornos, porque el inicio de los síntomas, su expresión, niveles de gravedad, evolución y pronóstico son muy variables (Grupo de Trabajo de la GPC para el Manejo de Pacientes con Trastornos del Espectro Autista en AP, 2009). Los TEA se definen en función de dos características principales (American Psychiatric Association, 2013):
Déficits persistentes en la comunicación e interacción social en diversos contextos.
Patrones de actividades, intereses y comportamientos restringidos y repetitivos.
Estos síntomas no pueden ser explicados por otro proceso, como una discapacidad intelectual o un trastorno generalizado del desarrollo (American Psychiatric Association, 2013).
Las primeras manifestaciones de TEA se presentan en edades muy tempranas, en algunos casos entre los 8 y 12 meses. En ocasiones hay una regresión, en la que se pierden habilidades adquiridas, entre los 18 y 24 meses, que coincide con la edad crítica del diagnóstico (Williams K, 2015).
Determinados síntomas no se hacen evidentes hasta niveles de desarrollo avanzados o hasta que se incrementan las demandas sociales. Para el diagnóstico es importante tener en cuenta los síntomas actuales y los pasados (American Psychiatric Association, 2013).
El TEA tiene un impacto muy importante en la autonomía y en el desarrollo vital de las personas afectadas y de su familia. Afecta al 1%-2% de la población general (Kim YS, 2014), con una relación hombre/mujer de 4/1 (Fombonne E, 2009).
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