El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es un desorden que se manifiesta por lo general en la infancia con síntomas de inatención acompañados por lo general de hiperactividad y a veces impulsividad, en un patrón de comportamiento persistente y de mayor gravedad que el que se observa en personas de un nivel comparable de desarrollo. A veces estos síntomas pasan desapercibidos en la niñez y son diagnosticados en la edad adulta. En edades tempranas predominan síntomas de hiperactividad acompañando los de inatención y en la edad adulta van bajando los de hiperactividad y predominando los de inatención, a veces acompañados de impulsividad en comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos, abuso de sustancias y mal ajuste sociolaboral, financiero o interpersonal.
Aunque varios aspectos contribuyeron en una época a un aumento desmesurado de su diagnóstico y algunos autores dudaron inicialmente que se tratase de una entidad clínica diferenciada y no un extremo de la conducta normal, actualmente no existen dudas de que es un concepto válido y aceptado por la comunidad internacional (NICE, 2016; American Psychiatric Association, 2013; Hill P, 1998).
El sobrediagnóstico y el infradiagnóstico del TDAH se debate ampliamente, impulsado por las variaciones en las estimaciones de prevalencia entre países, el tiempo y los diferentes criterios diagnóstico usados, situándose entre el 2 al 9% en chicos en edad escolar, estimándose una prevalencia global de 7,2% (Thomas R, 2015; Caci HM, 2014).
En adultos parece ser más frecuente en varones, previamente casados, desempleados, blancos no hispanos, asociado a otros trastornos psiquiátricos, con una prevalencia global estimada del 3,4% (Fayyad J, 2007).
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