Los niños y adolescentes con un trastorno somatomorfo presentan síntomas físicos que sugieren una enfermedad médica, pero no se encuentran hallazgos orgánicos o mecanismos fisiológicos que la demuestren. Los síntomas no están bajo el control voluntario.
Engloba las siguientes entidades:
Trastorno de conversión: la mayoría de las veces, uno o más síntomas que sugieren un déficit neurológico.
Trastorno por dolor: presenta dolor en una o más localizaciones sin hallazgos físicos que lo justifiquen.
Trastorno dismórfico corporal: existe una excesiva preocupación por uno o más defectos imaginarios del aspecto físico: orejas, nariz, etc.
Hipocondría: se manifiesta como temor o creencia de padecer una enfermedad grave a partir de la interpretación subjetiva de signos y síntomas físicos.
Trastorno somatomorfo indiferenciado: se incluye el resto de síndromes que se adaptan a la definición de somatomorfos y que no cumplen los criterios de ninguno de los subgrupos anteriores. Es un trastorno polisintomático.
El trastorno psicosomático produce malestar, deterioro social, escolar, familiar o de otras áreas importantes en la actividad del niño. Provoca angustia al paciente y sus familiares y hace que acudan de médico en médico, a los servicios de urgencia y que se realicen gran número de pruebas complementarias sin encontrar solución.
La prevalencia de los síntomas somáticos en la infancia es del 20% y representan uno de los problemas de origen psicológico más frecuentes. El sistema sanitario actual, con visitas limitadas y gran carga asistencial, dificulta la detección precoz de estos pacientes y facilita su peregrinaje. Produce frustración en el médico e iatrogenia en el paciente.
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