La rinitis se define como una situación de inflamación de la mucosa nasal, caracterizada por uno o más de los siguientes síntomas: congestión nasal, rinorrea (anterior y/o posterior), estornudos y prurito (Snellman L, 2013; Bousquet J, 2008a).
La rinitis más común es la de etiología alérgica, afectando un 10-30% de los adultos (Wallace DV, 2008; CKS, 2015). Adicionalmente un 10% de los adultos tienen una rinitis por hipersensibilidad no alérgica (Numminen J, 2014). La prevalencia de la rinitis alérgica en el mundo industrializado se está incrementando principalmente en áreas urbanas relacionándose con factores del entorno como la polución del aire (Morgenstern V, 2008).
No debe ser considerada una enfermedad trivial, pues sus síntomas pueden afectar la calidad de vida de forma muy importante. Es causa importante de bajas laborales, por lo que ocasiona importantes costes indirectos. En niños con síntomas no controlados, ocasiona alteraciones del sueño y problemas de aprendizaje escolar (Walker S, 2007). Puede coexistir o complicarse con otras enfermedades respiratorias como sinusitis, asma u otitis media. La capacidad de controlar el asma en personas con asma y rinitis alérgica se ha relacionado con el control de la rinitis (NACA, 2012).
Algunos estudios estiman que los síntomas nasales están presentes en al menos el 75% de los pacientes con asma, aunque estas estimaciones varían ampliamente (CKS, 2015; Brozek JL, 2010). Es frecuente que el eccema atópico preceda a la rinitis alérgica (Hopper JL, 2012).
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