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Enfermedad hepática por depósito graso no alcohólica

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Índice de contenidos

¿De qué hablamos?
¿Cómo se diagnostica?
¿Cuál es su pronóstico?
¿Cuál es su tratamiento?
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¿De qué hablamos?

La enfermedad hepática por depósito graso no alcohólica (EHDGNA) constituye la enfermedad hepática más frecuente en todo el mundo. Los hallazgos fisiopatológicos acerca de esta enfermedad han demostrado recientemente que diversos factores como la resistencia a la insulina, la inmunidad innata o la presencia de una determinada microbiota están relacionados con su aparición. La enfermedad hepática por depósito graso, el síndrome metabólico y la diabetes mellitus tipo 2 (DM2) comparten numerosos aspectos que junto con procesos inflamatorios en el tejido adiposo, intestino e hígado le confieren especial relevancia (Grander C, 2016). Dado el aumento de la incidencia mundial de obesidad y síndrome metabólico, la EHDGNA se ha convertido en la causa más común de enfermedad hepática crónica. Recientes avances en este campo han demostrado que no sólo se trata de una enfermedad hepática sino que también es la causa subyacente de un número creciente de manifestaciones extrahepáticas, por lo tanto debe ser considerada una enfermedad multisistémica. La enfermedad por depósito graso está vinculada a la enfermedad renal crónica, DM2 y enfermedad cardiovascular, así como una serie de otras enfermedades crónicas. Estos hallazgos demuestran que se encuentra entre los problemas de salud pública más graves y emergentes de nuestro tiempo y por tanto son necesarias intervenciones para su prevención, diagnóstico y tratamiento (Mikolasevic I, 2016; Federico A, 2016). La EHDGNA se define como las alteraciones hepáticas que van desde el simple depósito de grasa en el hígado, llamada esteatosis simple, hasta la esteatohepatitis no alcohólica con o sin desarrollo de cirrosis (Streba LAM, 2015). La definición actual requiere al menos el 5% de acumulación de grasa hepática en ausencia de otras etiologías de enfermedad hepática crónica tales como: hepatitis viral crónica, medicamentos que inducen esteatosis como amiodarona o tamoxifeno u otras enfermedades hepáticas crónicas como hepatitis autoinmune, hemocromatosis o enfermedad de Wilson (Younossi ZM, 2016). Su patogénesis se relaciona con factores ambientales, dietéticos y principalmente los estilos de vida sedentarios. En la actualidad también se apuntan a factores genéticos los cuales desempeñan un papel importante en la modulación de su aparición, su gravedad y el pronóstico a largo plazo (Severson TJ, 2016). Se desconocen con exactitud la tasa de incidencia así como la prevalencia mundial. Entre sus causas están: las dificultades en la identificación de la enfermedad por su naturaleza asintomática, su infradiagnóstico, las diferencias poblacionales, así como en los diferentes diseños y métodos diagnósticos para el estudio de la enfermedad (Satapathy SK, 2015). La prevalencia en América del Norte se estima que oscila entre el 27-34% de la población. Sin embargo, en ciertas subpoblaciones es significativamente mayor. De hecho, en pacientes con obesidad mórbida oscila entre el 75 y el 92%, y en sujetos con DM2 se estima entre el 60 y el 70%. En Europa es también alta, donde se calcula que la cuarta parte (25%) de la población general europea presenta hígado graso. Estas cifras son más elevadas en las zonas urbanas que en las zonas rurales (Fazel Y, 2016).

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