Carmen es una paciente de 78 años que vive con su nieto. Hasta ahora, Carmen se ha ocupado de todas las tareas de la casa. Pero en estos momentos, la progresión de su insuficiencia cardiaca dificulta que lo siga haciendo y su poliartrosis complica más la situación.
En los últimos análisis se ha constatado algunos signos de mala nutrición, como anemia y albúmina baja. Aunque cobra una pensión, ésta es insuficiente para poder contratar a una persona, a jornada completa, que se ocupe de las labores del hogar. Con sus esfuerzos por intentar que las cosas sigan como hasta ahora, Carmen acelera la progresión de su enfermedad sin conseguir, por otra parte, mantener la vivienda en condiciones higiénicas aceptables. Es por ello que, la médico de cabecera, informa del caso al trabajador social del centro. Se decide tener una entrevista con el nieto y averiguar si tienen otros familiares que pudieran hacerse cargo de la situación. El resultado es el siguiente:
Después de unos meses la salud de Carmen no logra estabilizarse. Gracias al seguimiento domiciliario por parte de enfermería, la médico conoce que el nieto no cumple su parte de compromiso. Junto con el trabajador social, se entrevista con él y se le informa de que dado el empeoramiento de salud objetivado, Carmen no debe pasar tanto tiempo sola, por lo que se le aconseja que vaya a vivir a casa de otros familiares.
Como pasado un tiempo, la paciente vuelve a residir en el domicilio propio, junto con el nieto, y su salud va empeorando, se propone a ambos tramitar plaza en una residencia pública. Después de esperar durante tiempo prolongado la notificación de ingreso y de atender durante dicho periodo algunas descompensaciones, la última de las cuales motivó ingreso en hospital de agudos, la médico obtiene de Carmen la confesión, bajo secreto profesional, de que su nieto le está presionando para que no ingrese en residencia porque, desde hace tiempo, se queda la pensión. Carmen ha ayudado a la crianza del nieto y no quisiera causarle ningún daño.
¿Habría que tomar, de nuevo, contacto con los familiares y dejar que ellos adoptasen una decisión?
Si tomamos de nuevo contacto con los familiares estamos redundando en una información que ya se proporcionó, a quienes son los responsables legales de la situación, “más de lo mismo”.
¿Sería conveniente volver a tomar contacto con el nieto, explorando las resistencias de éste a cuidar y, señalándole el compromiso vital puesto de manifiesto en la reciente descompensación aguda de su abuela, motivarle a cambiar de actitud?
Si se trabajaran las resistencias, se podría intentar una negociación con pactos muy concretos de mejora de cuidados, y hacer un seguimiento con plazos más cortos que hasta ese momento.
¿Habría que ignorar tanto la voluntad de Carmen como de su familia, y forzar que ingrese en una residencia, para mejorar su calidad de vida?
En última instancia, y como cambio de estrategia, habría que solicitar, del trabajador social, tramitación de ingreso en residencia.
¿Se tendría que denunciar por vía judicial la situación de abandono y después continuar como siempre, en espera de la resolución?
Es importante que la autoridad competente conozca las situaciones de malos tratos:
¿Es mejor no hacer nada y dejar que la situación mantenga su deterioro progresivo, para respetar la voluntad de Carmen?
En este último caso, estamos respetando la autonomía de una persona maltratada.
Si tomamos de nuevo contacto con los familiares estamos redundando en una información que ya se proporcionó, a quienes son los responsables legales de la situación, “más de lo mismo”. Por otra parte, con el desarrollo de los acontecimientos, dichos familiares ya están dando una respuesta por omisión. Así pues, en caso de que fuera ésta la opción elegida, nuestra actuación no respetaría el principio de beneficencia, por retraso en la adopción de una medida efectiva.
Si se trabajaran las resistencias, se podría intentar una negociación con pactos muy concretos de mejora de cuidados, y hacer un seguimiento con plazos más cortos que hasta ese momento. En caso de que el nieto no quisiera entrar en la negociación, una actuación beneficente nos obliga a derivar de nuevo el caso al trabajador social, en busca de alguien que asuma el cuidado que el nieto no está dispuesto a proporcionar. Pero siempre contando con un plazo de tiempo razonable, pasado el cual volvemos a encontrarnos con la situación del “más de lo mismo” que encuentra una vía de solución en el “si algo no funciona, da un rodeo”, es decir, cambia de estrategia.
En última instancia, y como cambio de estrategia, habría que solicitar, del trabajador social, tramitación de ingreso en residencia. Pero, en este último caso, nuestra pretendida beneficencia entra en conflicto con la autonomía de la paciente. Sin embargo, de abstenernos a tomar medidas, estaremos incumpliendo el principio de beneficencia, ya que, durante el tiempo transcurrido, hemos tenido experiencia del progresivo deterioro de salud de Carmen, secundario a la ausencia de cuidados. En cuanto a la familia, no parece procedente tomarla en consideración, por lo mismo señalado con anterioridad.
Es importante que la autoridad competente conozca las situaciones de malos tratos. Sin embargo, determinar el momento adecuado para tramitar una denuncia es difícil a veces:
En este último caso, aunque estamos respetando la autonomía que, debido al daño psicológico presente en las situaciones de malos tratos, no deja de ser limitada, no actuamos con beneficencia, por omisión de auxilio.
Si pudiéramos hacer seguimiento a corto plazo, parece razonable que explorásemos las resistencias del nieto y llegásemos con él a un pacto, marcando plazos de tiempo de forma explícita.
Si no pudiéramos hacer seguimiento a corto plazo, previo informe a Carmen y a su nieto, tendríamos que poner el caso en conocimiento de la autoridad competente.
En ambos casos, la puesta en conocimiento a la autoridad competente no nos desresponsabiliza del seguimiento de la paciente, que deberemos mantener mientras ella resida en nuestra zona de salud.
Con la declaración universal de derechos humanos los países desarrollados proclaman el reconocimiento de la igual dignidad de todas las personas. Dicha declaración nace con vocación de universalidad. Escuchemos lo que Fernando Sabater dice al respecto…