La varicela es una enfermedad frecuente en la niñez. Generalmente es leve, aunque en algunos casos puede llegar a ser grave. Está producida por un virus que se contagia por contacto con el líquido de las ampollas de una persona enferma y también a través del aire al respirar cerca de un enfermo.
La varicela produce un sarpullido (pequeñas vesículas con líquido que al secarse forman costras), picor, cansancio y fiebre. Con frecuencia produce pequeñas cicatrices. En casos raros puede producir alteraciones pulmonares (neumonía), alteraciones cerebrales (meningitis, encefalitis), o incluso la muerte.
Años más tarde una persona que ha tenido varicela puede sufrir herpes zóster, un sarpullido parecido, localizado en el trayecto de un nervio.
La vacuna de la varicela protege contra la enfermedad a cerca del 90% de las personas que se vacunan. Algunas personas que se han vacunado pueden no quedar totalmente protegidas y padecer la varicela, aunque generalmente ésta es más ligera, es decir con menos lesiones, menos fiebre y una recuperación más rápida.
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