La infección por Toxoplasma gondii es una parasitosis común que se adquiere por la ingestión de ooquistes excretados por gatos infectados (que contaminan la tierra o el agua) o por la ingesta de quistes que permanecen viables en la carne cruda o poco cocinada de otros animales (huéspedes intermedios). La única forma de transmisión entre humanos es intra útero por transmisión vertical cuando se produce una infección en la gestante. De forma excepcional puede producirse transmisión al feto tras una reactivación de la toxoplasmosis en una gestante inmunodeprimida.
La toxoplasmosis congénita (TC) es la consecuencia de la transmisión transplacentaria de Toxoplasma gondii tras la primoinfección materna.
La incidencia de la toxoplasmosis gestacional y congénita varía mucho de unos países a otros e incluso de unas regiones a otras dentro del propio país. En Europa la seroprevalencia es alta, especialmente en países del sur. En España, existe poca información en este sentido, siendo más habituales los estudios de prevalencia que de incidencia. La seroprevalencia de toxoplasmosis en mujeres embarazadas en los últimos años en nuestro país está entre el 11 y el 28%, cifra que varía según el territorio, el año del estudio y edad de la gestante, mientras que la incidencia de toxoplasmosis gestacional está en torno al 1,9% (Baquero-Artigao F, 2013). En un estudio realizado en Albacete la prevalencia fue del 21%, siendo del 16% en mujeres nacidas en España con un aumento de la prevalencia según la edad desde el 9% en menores de 25 años hasta el 22% en mayores de 34, entre mujeres inmigrantes la seroprevalencia fue del 51% (en su mayoría procedían de Latinoamérica y Europa del este), la incidencia de seroconversiones fue de 0,7-1,1 por 1.000 mujeres-año (Bartolomé Álvarez J, 2008).
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