La sangre fluye de forma natural por el corazón y por los vasos sanguíneos. Cuando tenemos una herida en cualquier parte de nuestro cuerpo, la sangre se coagula con el fin de taponarla, aunque también se puede coagular dentro del sistema circulatorio sin que haya ninguna herida. Esto puede suceder cuando tienes ciertas enfermedades del corazón o de los vasos sanguíneos, ante un ritmo cardíaco anormal, llamado fibrilación auricular, si eres portador de una válvula mecánica cardiaca, después de haber sido operado o si has nacido con un defecto en el corazón.
Los coágulos que se forman por estas causas se llaman trombos, pero si se desprenden y viajan a través de la sangre se denominan émbolos. Cuando un trombo obstruye el vaso sanguíneo donde se ha formado, impidiendo la circulación de la sangre, puede provocar complicaciones de la salud, como un infarto cardíaco, un infarto cerebral o un ictus isquémico, una trombosis arterial o venosa, etc. En cambio, si un émbolo impide la circulación de la sangre por un vaso sanguíneo diferente de donde se ha formado, se produce una embolia (Fig. 1).
Figura 1. Diferencia entre trombo y embolia.
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