Fisterra

    Síndrome de fibromialgia

    ¿De qué hablamos?


    El síndrome de fibromialgia (SFM) se caracteriza por dolor crónico, generalizado, centralizado y multifocal al que se asocian otros síntomas tales como fatiga, sueño no reparador, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo. La prevalencia es similar en diferentes países, culturas y grupos étnicos, sin evidencia de ser mayor en países y culturas industrializadas. Aunque el SFM es más frecuente en mujeres de 30 a 50 años, también puede afectar a niños, adolescentes y ancianos (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    Su etiología es desconocida, aunque existe evidencia de cambios neurofisiológicos. Mediante técnicas de imagen de alta resolución se ha demostrado el papel amplificador del dolor en el sistema nervioso central (centralizado); los pacientes sufren más dolor de lo que cabría esperar dada la intensidad del estímulo nociceptivo periférico. También se han demostrado anormalidades en el procesamiento del dolor a nivel periférico (mecanismos de sensibilización), en el sistema simpático, y en el sistema estrés-respuesta (eje hipotálamo-hipófisis-adrenal). El conocimiento de los mecanismos neurofisiológicos debe reducir el escepticismo y la creencia de que el SFM es un síndrome subjetivo (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    La genética podría explicar el 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Aunque no se ha asociado ningún gen, hay evidencias crecientes de la existencia de un efecto poligénico, con polimorfismo de genes que afectan a los sistemas serotoninérgico, catecolaminérgico y dopaminérgico. Estudios en familiares apuntan a cierta predisposición genética del 28% de hijos de mujeres diagnosticadas de SFM. Los factores ambientales explicarían el otro 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Los desencadenantes más frecuentes son aquellos que implican dolor agudo, ciertas infecciones (ej. virus Epstein-Barr, enfermedad de Lyme, fiebre Q, hepatitis víricas), traumatismos y estrés psicológico. De entre los factores modificables destacan la alteración de sueño, la obesidad, la inactividad física y la insatisfacción laboral y vital. Las adversidades vitales infantiles se han asociado a dolor crónico generalizado en la edad adulta; el abuso sexual, físico o psicológico se ha asociado con mayor frecuencia (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012; Restrepo-Medrano JC, 2009).

    Muchas investigaciones demuestran costes elevados asociados al SFM (similares a la artritis reumatoide), a los que hay que sumar el coste del tratamiento de las manifestaciones asociadas. Con el diagnóstico precoz se reduce la utilización de recursos (disminución de las remisiones a otros especialistas, pruebas complementarias y número de consultas) y el sufrimiento de los pacientes. La gravedad de los síntomas determina la capacidad para trabajar. Las demandas físicas y psicológicas de un empleo influencian un eventual retorno al trabajo; la situación vital, la actitud del paciente y la habilidad de influir en los parámetros del trabajo son factores contribuyentes. Los médicos deben motivar a los pacientes a permanecer en la población activa. Los pacientes con SFM de larga evolución deben ser alentados a participar en programas de rehabilitación que pongan el foco en mejorar su función. El impacto de la clinica del SFM en la calidad de vida puede medirse con escalas como el FIQ/CIF; la puntuación obtenida permite clasificar a los pacientes según el grado de afectación en tres grupos: leve (≤39), moderada (>39 a ≤59) y grave (>59). Esta estratificación puede ser útil para aplicar medidas terapéuticas adaptadas a la situación funcional y optimizar los recursos (Arqués S, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    ¿Cómo se diagnostica?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué diagnóstico diferencial?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Cómo se trata?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué pronóstico?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Bibliografía

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Más en la red

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Autores

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Síndrome de fibromialgia

    Fecha de revisión: 22/06/2016
    • Guía
    Índice de contenidos

    ¿De qué hablamos?


    El síndrome de fibromialgia (SFM) se caracteriza por dolor crónico, generalizado, centralizado y multifocal al que se asocian otros síntomas tales como fatiga, sueño no reparador, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo. La prevalencia es similar en diferentes países, culturas y grupos étnicos, sin evidencia de ser mayor en países y culturas industrializadas. Aunque el SFM es más frecuente en mujeres de 30 a 50 años, también puede afectar a niños, adolescentes y ancianos (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    Su etiología es desconocida, aunque existe evidencia de cambios neurofisiológicos. Mediante técnicas de imagen de alta resolución se ha demostrado el papel amplificador del dolor en el sistema nervioso central (centralizado); los pacientes sufren más dolor de lo que cabría esperar dada la intensidad del estímulo nociceptivo periférico. También se han demostrado anormalidades en el procesamiento del dolor a nivel periférico (mecanismos de sensibilización), en el sistema simpático, y en el sistema estrés-respuesta (eje hipotálamo-hipófisis-adrenal). El conocimiento de los mecanismos neurofisiológicos debe reducir el escepticismo y la creencia de que el SFM es un síndrome subjetivo (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    La genética podría explicar el 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Aunque no se ha asociado ningún gen, hay evidencias crecientes de la existencia de un efecto poligénico, con polimorfismo de genes que afectan a los sistemas serotoninérgico, catecolaminérgico y dopaminérgico. Estudios en familiares apuntan a cierta predisposición genética del 28% de hijos de mujeres diagnosticadas de SFM. Los factores ambientales explicarían el otro 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Los desencadenantes más frecuentes son aquellos que implican dolor agudo, ciertas infecciones (ej. virus Epstein-Barr, enfermedad de Lyme, fiebre Q, hepatitis víricas), traumatismos y estrés psicológico. De entre los factores modificables destacan la alteración de sueño, la obesidad, la inactividad física y la insatisfacción laboral y vital. Las adversidades vitales infantiles se han asociado a dolor crónico generalizado en la edad adulta; el abuso sexual, físico o psicológico se ha asociado con mayor frecuencia (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012; Restrepo-Medrano JC, 2009).

    Muchas investigaciones demuestran costes elevados asociados al SFM (similares a la artritis reumatoide), a los que hay que sumar el coste del tratamiento de las manifestaciones asociadas. Con el diagnóstico precoz se reduce la utilización de recursos (disminución de las remisiones a otros especialistas, pruebas complementarias y número de consultas) y el sufrimiento de los pacientes. La gravedad de los síntomas determina la capacidad para trabajar. Las demandas físicas y psicológicas de un empleo influencian un eventual retorno al trabajo; la situación vital, la actitud del paciente y la habilidad de influir en los parámetros del trabajo son factores contribuyentes. Los médicos deben motivar a los pacientes a permanecer en la población activa. Los pacientes con SFM de larga evolución deben ser alentados a participar en programas de rehabilitación que pongan el foco en mejorar su función. El impacto de la clinica del SFM en la calidad de vida puede medirse con escalas como el FIQ/CIF; la puntuación obtenida permite clasificar a los pacientes según el grado de afectación en tres grupos: leve (≤39), moderada (>39 a ≤59) y grave (>59). Esta estratificación puede ser útil para aplicar medidas terapéuticas adaptadas a la situación funcional y optimizar los recursos (Arqués S, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    ¿Cómo se diagnostica?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué diagnóstico diferencial?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Cómo se trata?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué pronóstico?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Bibliografía

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Más en la red

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Autores

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

    Síndrome de fibromialgia

    Fecha de revisión: 22/06/2016

    ¿De qué hablamos?


    El síndrome de fibromialgia (SFM) se caracteriza por dolor crónico, generalizado, centralizado y multifocal al que se asocian otros síntomas tales como fatiga, sueño no reparador, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo. La prevalencia es similar en diferentes países, culturas y grupos étnicos, sin evidencia de ser mayor en países y culturas industrializadas. Aunque el SFM es más frecuente en mujeres de 30 a 50 años, también puede afectar a niños, adolescentes y ancianos (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    Su etiología es desconocida, aunque existe evidencia de cambios neurofisiológicos. Mediante técnicas de imagen de alta resolución se ha demostrado el papel amplificador del dolor en el sistema nervioso central (centralizado); los pacientes sufren más dolor de lo que cabría esperar dada la intensidad del estímulo nociceptivo periférico. También se han demostrado anormalidades en el procesamiento del dolor a nivel periférico (mecanismos de sensibilización), en el sistema simpático, y en el sistema estrés-respuesta (eje hipotálamo-hipófisis-adrenal). El conocimiento de los mecanismos neurofisiológicos debe reducir el escepticismo y la creencia de que el SFM es un síndrome subjetivo (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    La genética podría explicar el 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Aunque no se ha asociado ningún gen, hay evidencias crecientes de la existencia de un efecto poligénico, con polimorfismo de genes que afectan a los sistemas serotoninérgico, catecolaminérgico y dopaminérgico. Estudios en familiares apuntan a cierta predisposición genética del 28% de hijos de mujeres diagnosticadas de SFM. Los factores ambientales explicarían el otro 50% del riesgo de desarrollo de SFM. Los desencadenantes más frecuentes son aquellos que implican dolor agudo, ciertas infecciones (ej. virus Epstein-Barr, enfermedad de Lyme, fiebre Q, hepatitis víricas), traumatismos y estrés psicológico. De entre los factores modificables destacan la alteración de sueño, la obesidad, la inactividad física y la insatisfacción laboral y vital. Las adversidades vitales infantiles se han asociado a dolor crónico generalizado en la edad adulta; el abuso sexual, físico o psicológico se ha asociado con mayor frecuencia (Clauw DJ, 2014; Fitzcharles M-A, 2012; Restrepo-Medrano JC, 2009).

    Muchas investigaciones demuestran costes elevados asociados al SFM (similares a la artritis reumatoide), a los que hay que sumar el coste del tratamiento de las manifestaciones asociadas. Con el diagnóstico precoz se reduce la utilización de recursos (disminución de las remisiones a otros especialistas, pruebas complementarias y número de consultas) y el sufrimiento de los pacientes. La gravedad de los síntomas determina la capacidad para trabajar. Las demandas físicas y psicológicas de un empleo influencian un eventual retorno al trabajo; la situación vital, la actitud del paciente y la habilidad de influir en los parámetros del trabajo son factores contribuyentes. Los médicos deben motivar a los pacientes a permanecer en la población activa. Los pacientes con SFM de larga evolución deben ser alentados a participar en programas de rehabilitación que pongan el foco en mejorar su función. El impacto de la clinica del SFM en la calidad de vida puede medirse con escalas como el FIQ/CIF; la puntuación obtenida permite clasificar a los pacientes según el grado de afectación en tres grupos: leve (≤39), moderada (>39 a ≤59) y grave (>59). Esta estratificación puede ser útil para aplicar medidas terapéuticas adaptadas a la situación funcional y optimizar los recursos (Arqués S, 2014; Fitzcharles M-A, 2012).

    ¿Cómo se diagnostica?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué diagnóstico diferencial?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Cómo se trata?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    ¿Qué pronóstico?

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Bibliografía

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Más en la red

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Autores

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Conflicto de intereses
    Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
    © Descargado el 25/04/2024 8:58:14 Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright © . Elsevier Inc. Todos los derechos reservados.

    Para ver el texto completo debe de estar suscrito a Fisterra

    Estas son sus opciones

    ¿Necesita ayuda o más información? Llame al 932 415 960

    ¿Ya está registrado?

    Inicie sesión con su cuenta personal